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Los sueños y las obsesiones de Walter Benjamin, tras la vitrina

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Walter Benjamin
Germaine Krull, Fachada de tienda en un pórtico, París

Sobre Walter Benjamin y sus escritos no parece poder decirse mucho más. Desde el impulso que Theodor W. Adorno diera a su figura en los años sesenta cuando emprendió la edición de sus manuscritos, no han parado de editarse ensayos, biografías y traducciones de sus textos ni de dedicársele documentales o exposiciones.

Los últimos meses parecen especialmente volcados en su obra. A la traducción al español de la biografía de Howard Eiland y Michael W. Jennings (editorial Tres puntos), la reedición de la de Bernd Witte (Gedisa) y la publicación de la de Uwe-Karsten Heye (Trotta), se unen las reediciones lanzadas hace solo unas semanas por Periférica, que ha retomado Infancia berlinesa hacia mil novecientos Calle de sentido único, las obras más literarias y narrativas del pensador alemán. Esta última merece especial atención. Empezada en 1923, publicada por entregas en los periódicos y por primera vez de forma conjunta en 1928, este “librito para los amigos” expone abiertamente las entrañas de la decadente sociedad alemana de entreguerras. Igual que los objetos en los escaparates de los pasajes comerciales parisinos del siglo XIX, que Benjamin señaló como el origen de los modernos grandes almacenes.

Calle de sentido único es eminentemente visual

Germaine Krull, Passage du Caire, París

La obra es contemporánea de Berlín, sinfonía de una gran ciudad, la película documental de Walter Ruttmann (1927). Como ella, reproduce fielmente el espíritu que debía de respirarse en la ciudad moderna. Y, como ella, está compuesta con una técnica de vanguardia, la que el montaje visual ofrecía a artistas, poetas y cineastas del momento. Porque, aunque no sea una obra plástica, aunque se trate de una obra literaria, Calle de sentido único es eminentemente visual. Forma y contenido discurren paralelamente, son coherentes. El montaje de imágenes verbales imita la estructura urbana, con sus rótulos y neones que avisan de la presencia de tal o cual comercio, con sus letreros que advierten de la aproximación de unos escalones o de la prohibición de fijar carteles, y que constituyen, en el texto, los títulos de las secciones que componen la obra.

Con unas pocas pinceladas —que, en su caso, toman la forma de aforismos—, Benjamin hace agudas observaciones sobre las obsesiones, los traumas y el estado de ánimo de los berlineses de aquel momento. Reflexiones, a veces, enterradas en la profundidad de los sueños, pero siempre reveladas a través de los fenómenos más insignificantes, que rescata y pone bajo la lupa, exponiéndolos ante los ojos de sus conciudadanos.…

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