anterior

Las luchas del arte por el relato histórico

siguiente

Mil bestias que rugen. Dispositivos de exposición para una modernidad crítica, en el CAAC.

Mil bestias que rugen. Dispositivos de exposición para una modernidad crítica.
Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, hasta el 4 de marzo de 2018
Comisaria: Olga Fernández López

La Cartuja de Sevilla se convirtió en 1992 en un lugar muy popular para las personas que oyeron una y otra vez su nombre durante el tiempo que duró la Exposición Universal que se celebraba en la ciudad. Para quienes éramos entonces muy pequeñas y no habíamos oído nunca hablar de la isla de la Cartuja, ese nombre resonaba ya como un futuro lugar emblemático de nuestra memoria pese a no haberla pisado nunca, junto con una Barcelona olímpica que culminaba, o eso parecía, las ansias de alcanzar una imagen internacional que confirmara su reentrada (más allá del plano político, también simbólico) en Europa, y que la mayoría tampoco habíamos pisado. Apenas entendimos más de todo aquel hito mediático; sin embargo, desde entonces se ha discutido mucho la relación entre el trasfondo político y su reflejo cultural hasta el punto de que tal vez hoy resulte obvio. Como escribieron Jorge Luis Marzo y Tere Badia, la entrada de España en la entonces llamada Comunidad Económica Europea, efectiva el 1 de enero de 1986, trajo consigo importantes ayudas financieras que fraguaron la creación de grandes infraestructuras culturales (con la creación entre otros de museos como el IVAM o el MNCARS) y culminaron en un año 1992 que, como escribieron Marzo y Badia, “se convirtió de facto en annus miraculis de la proyección de la modernidad nacional”.

Compleja era también la relación de esta modernidad con el colonialismo español. En democracia se refrendaba la intención del estado no tanto de no mirar atrás sino de hacerlo insistentemente para celebrar la colonización como rasgo irrenunciable de la identidad nacional, presentada además como origen de una supuestamente inocua “multiculturalidad” que presenciaba, paradójicamente, su primera Ley de Extranjería. Cristóbal Colón, como también es conocido, se alojó, y estuvo enterrado, en el Monasterio de la Cartuja de Sevilla y 1992 era el año del quinto centenario del comienzo de la invasión de América por parte de España, aniversario que se hizo explícito en el título de la exposición Arte y cultura en torno a 1492. 1992 era también el año en que Lucrecia Pérez moría asesinada por un guardia civil: el primer crimen reconocido como crimen racista en España contrastaba a varios cientos de kilómetros con esa modernidad que decía abrazar las culturas y que se proyectaba al mundo.…

Este artículo es para suscriptores de EXPRESS

Suscríbete