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La obra era ella

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© Silvia Gruner

Construimos continuamente murallas de palabras que nos ocultan aquello de lo que estamos hablando. Normalmente los que escribimos de arte conseguimos impedir ver de lo que estamos hablando con montañas de palabras. Detrás de esas murallas, detrás de esas montañas, suele estar el arte. Muchas veces, también, lo que sucede es que de lo que hablamos, de ese arte de algún artista concreto, de alguna exposición, es tan pequeño, tan insignificante, que con una sola palabra queda tapado, oculto en su propia insignificancia. Con el aumento brutal de la producción artística es cierto que su calidad, su inteligencia y su brillantez ha descendido, se ha diluido, por eso cada vez es más difícil ver y hablar de arte. Pero de vez en cuando, casi sin esperarlo, suceden cosas sorprendentes. La exposición Hemisferios: Apuntes para un laberinto, de Silvia Gruner ha sido uno de esos acontecimientos felices y sorprendentes (Museo Amparo de Puebla, México).

Silvia Gruner tiene una historia muy larga, que llega hasta donde pueda llegar su memoria, por esa historia cruzan mujeres y éxodos y guerras, y países, y amores y decepciones, pero también encuentros, y más hombres y más mujeres, y ciudades, músicas y el arte, siempre el arte y su historia y su presencia, el mundo entero que confluyen en una ciudad y en una mujer: Ciudad de México y Silvia Gruner. Esa es la materia del arte, de la literatura, del cine: la pura vida, una vida, la de todos y cada uno, reinterpretada, contada por una sola voz, una sola experiencia que singularmente nos suena tan conocida, tan familiar, que inevitablemente entramos en su historia y nos emocionará con toda seguridad su pasado, entenderemos su futuro… Sin palabras que oculten ni expliquen, porque donde hay arte, donde hay una buena historia bien contada, todo lo demás viene sobrando.

In situ, 1995
In situ, 1995. Cortesía del Museo Amparo

La muestra reúne 36 obras que sintetizan 30 años de vida pero muchos más de historia. Porque aquí va apareciendo la historia de esos objetos cotidianos que son extraordinarios pero silenciosos, aquí surgen fragmentos de dolor de una guerra no vivida pero presente en la sangre; la madre, la abuela, los objetos que se convierten en la columna vertebral de la memoria, de la historia. De la historia de un lugar y de toda una cultura, pero también la historia particular de una familia obligada a partirse, a sufrir, a exiliarse, obligada a recordar para sobrevivir.…

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