anterior

La dialéctica de la ilustración

siguiente

Theodor Adorno y Max Horkheimer

Estad vigilantes

Tuve un profesor en la facultad que insistía en que había que prestar mucha atención a los prólogos de los filósofos alemanes. En este texto, esa recomendación está más que justificada. La Dialéctica de la Ilustración, conocidísimo texto del tándem Adorno y Horkheimer es, como anuncia el subtítulo, un libro fragmentario y su propósito es, como advierte el prólogo de 1944, “comprender por qué la humanidad, en lugar de alcanzar un estado verdaderamente humano, se hunde en una nueva forma de barbarie”. El objeto de esta obra es la investigación de la autodestrucción de la Ilustración, esto es, comprender cómo la Ilustración, que los autores entienden como condición necesaria para que exista libertad en la sociedad, lleva dentro de sí el germen de su propia regresión.

“La Ilustración, en su más amplio sentido de pensamiento progresivo, ha perseguido desde siempre el objetivo de quitar a los hombres el miedo y convertirlos en señores. Pero la Tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad. El programa de la Ilustración era el desencantamiento del mundo. Quería disolver los mitos y derrocar la imaginación mediante el saber”. El camino que tomó la Ilustración para resolver este empeño es, como se sabe, el de la ciencia positiva, que requiere de un proceso de objetivación: hacer al mundo cuantificable para poder dominarlo. La consecuencia inevitable de este proceso es la renuncia al sentido. La constitución de un mundo cuantificable, numerable, termina por conseguir un mundo abstracto, y en la abstracción, en la existencia sólo de lo cuantitativo impera ferozmente la ley del intercambio: “la sustituibilidad se convierte en fungibilidad universal”. Así la Ilustración, de manos de la ciencia, establece una relación de dominio universal con lo existente: lo aparta, lo hace medible, lo subsume a su condición de cuantificable y lo intercambia, convertido en puro número, a voluntad.

Parece claro que este escenario es campo abonado para que el capitalismo y su lógica campen por sus respetos, y esto se evidenciará en el análisis de la cultura de masas, que no ociosamente lleva como subtítulo “la Ilustración como engaño de masas”. La industria cultural, movida por la racionalidad técnica, dispone eficazmente un entretenimiento para que los hombres, durante el tiempo en el que no están en las fábricas, no se alejen de la dinámica fabril. A través del cine, la música ligera y los radio seriales, se alimenta convenientemente a la masa de modo que asimile la panoplia de valores óptima para su dominio.…

Este artículo es para suscriptores de EXPRESS

Suscríbete
Relacionados