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La cristalera, un pulso entre arte y arquitectura

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Centro Botín. Fotografía de Belén de Benito

Espacios públicos y privados lidian continuamente con tener que modificar su distribución en función de la entrada de luz y la disponibilidad de paredes en las que exponer obras de arte. Las galerías necesitan un escaparate pero ese cristal les resta espacio expositivo tanto como visibilidad les otorga. Los museos se ven comprometidos a respetar las exigencias de quienes los diseñan, entrando a veces en conflicto los intereses de arquitectos y artistas. Las ventanas son un arma de doble filo, la luz natural no siempre es bien recibida y en España se estila cada vez más el formato “cubo blanco” para el desarrollo de proyectos expositivos en lugares cerrados, sobrios, manejables. En Palma de Mallorca el Casal Solleric de la Fundació Palma Espai d’Art ha aprovechado una ventana que, en vez de tapiarla para colgar por dentro a ese nivel, se ha convertido en una especie de escaparate 24 horas intervenido por artistas de la talla de Carmela García y actualmente Andrés Senra bajo el comisariado de Tolo Cañellas. Por otro lado, en Madrid el Hotel Urban de la cadena Derby convoca cada temporada desde hace ocho a un artista invitado para intervenir la parte acristalada de su fachada, pudiendo ahora mismo disfrutar de las ilustraciones del artista japonés Yoshi Sislay sobre la misma hasta 2018.

El Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) en Valencia oscila entre proponer intervenciones en su fachada a través de la amplia cristalera exterior que copa su primera sala a la izquierda de la entrada o mantenerla tapada por completo con un vinilo. ¿El motivo? Ni vídeos ni obras que requieran algo de oscuridad pueden exhibirse en el interior de dicha sala mientras el sol brilla. Tampoco resulta ni fácil ni cómodo colgar sobre cristal, de modo que existen centros que optan por panelar, directamente, las partes acristaladas que desean habilitar como muros. Esto se interpreta como grotesco desde el ámbito de la arquitectura en numerosas ocasiones pero, ¿es legítimo? ¿Debe el edificio adaptarse al contenido? ¿Hemos de poner límites al pladur? La maleabilidad de la arquitectura predominando el contenido sobre el continente es apoyada por muchos arquitectos y críticos de arte, también por artistas y gestores culturales, sin embargo asimismo es un tema controvertido que genera diversidad de opiniones. A veces sesgadas, otras veces motivadas por intereses personales como querer más espacio en el que colgar una determinada obra que va sobre pared, frecuentemente vinculadas a aspectos estéticos y en pocas ocasiones aceptándose que la solución única sea inexistente.…

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