No dejamos de mirar: todo es una gran pantalla, independientemente de su tamaño, que nos asedia, nos rodea, nos engulle. No dejamos de mirar. Pero otra cosa es ver. Llegar a comprender, saber dónde estamos, a qué miramos, por qué lo hacemos. En definitiva, identificar el curso de nuestra mirada. Otra cosa es ver: identificar lo que miramos y por qué lo hacemos. Ver es conocer. Mirar es dejarse llevar.
El mundo se ha convertido en una gran pantalla que atrapa nuestras miradas sin dejarnos ver: vivimos en un mundo imagen, en la era de la imagen global. En nuestras sociedades, al individuo se le da estructurado su modo de sentir y de mirar. La vida se estiliza a través de los flujos incesantes de representación que producen las tres grandes vías contemporáneas no artísticas de experiencia estética: el diseño, en todas sus manifestaciones, la publicidad y los medios de comunicación de masas. Tres grandes vías, o canales de transmisión de imágenes, que hoy día confluyen, integradas, en las redes digitales.
La vida se estiliza a través de los flujos incesantes de representación que producen las tres grandes vías contemporáneas no artísticas de experiencia estética: el diseño, en todas sus manifestaciones, la publicidad y los medios de comunicación de masas.
Todo esto es resultado del proceso de expansión de la tecnología, que marca el destino de la modernidad. Más allá de dictaduras y totalitarismos, demasiado primarios, en nuestro mundo imagen se ha alcanzado el grado más intenso de integración social por medio de un ejercicio formal de la democracia. Utilizando tres resortes que articulan los ejes de despliegue de la imagen global: el consumismo, el pluralismo y la escenificación de todos los aspectos de la vida pública (sociedad del espectáculo).
Efectivamente, somos “libres” para consumir sin límites: esto o aquello, poco o mucho, mínimo o máximo… pero es imposible no consumir, el capital impone su ley, la primacía inobjetable de la mercancía. También somos “libres” para seguir una u otra religión, o incluso ninguna: no hay delitos de opinión, e igualmente para apoyar ésta o aquella formación política… pero es imposible promover una alternativa al sistema político dominante, también aquí el capital impone su ley. Finalmente, somos así mismo “libres” para representar éste o aquel papel, lo que significa seguir un guión previamente estructurado que asigna a cada uno qué somos en la película de la vida… pero es imposible no representar un papel, actuar en un plano real, fuera del ámbito de reverberación de la imagen pública que nos convierte, querámoslo o no, en actores sociales.…
Este artículo es para suscriptores de EXPRESS
Suscríbete