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El tiempo y “los olvidados”

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Rufo Criado, Composición, 2009

Apenas tenemos tiempo de envejecer un poco que ya nuestro pasado se vuelve historia, que nuestra historia individual pasa a pertenecer a la historia… Hoy los años recientes, los sixties, los seventies, muy pronto los eighties, se vuelven historia tan pronto como hicieron su aparición. La historia nos pisa los talones. Nos sigue como nuestra sombra, como la muerte

1Marc Augé, Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la Sobremodernidad. Editorial Gedisa, Barcelona 2000.

En una reciente conversación con el coleccionista Antonio Lobo éste me comentaba que le gustaría comisariar una muestra que, titulada “Los Olvidados”, mostrara la obra de aquellos artistas que una vez fueron (pongamos durante la década de los ochenta), y que posteriormente dejaron de ser (debemos entender este verbo en tanto que ser visible). Ese cambio de registro o de status no fue, naturalmente, de un lunes para martes, pues es sabido que cuando está sucediendo (con un suceder si se quiere lento, gradual, incluso imperceptible) no nos percatamos de ese acontecer hasta muchos años más tarde, cuando la desidia, la pereza, la falta de profesionalidad, el abandono interesado o la oportunista presión social y artística de los tiempos, consigue que en gran medida resulte muy complicado (a veces literalmente imposible) subsanar los hipotéticos errores cometidos por unos y otros, incluidos, lógicamente, los que enteramente corresponden al artista. Pero ciertamente esta triste realidad se manifiesta en el sistema del arte español de una manera tan cruel y expeditiva que de alguna manera estamos obligados (moral y profesionalmente) a preguntarnos por sus causas y razones, tanto como por sus efectos y consecuencias.

Rafael Agredano. Post clarissimum virum clarissima femina semper es, 1993-96
Rafael Agredano. Post clarissimum virum clarissima femina semper es, 1993-96

En España hemos tenido siempre una compleja (o mejor: conflictiva) relación con el Tiempo en todas y cada una de sus manifestaciones, sean éstas culturales, sociales, políticas, ontológicas, o propiamente históricas. Se diría que hemos vivido invariablemente en un desajuste temporal, cuando no simple y llanamente “anomalía histórica”, que nos ha impedido vivir nuestra propia contemporaneidad “en paz consigo misma”, pues siempre había que negociar “con lo que no se vivió en su momento”, o recuperar situaciones de un pasado ya simbólicamente superado, o reajustar continuamente Tiempo e Historia, Presente y Pasado. No ha de extrañarnos, entonces, que ante esta agotadora realidad no hayamos sabido qué hacer con tantos y tantos “olvidados” (no siempre los agentes del sector hemos sido injustos con ellos, pues también han existido, y no pocos, los que bien se merecían ese olvido), máxime cuando en no pocas ocasiones hemos optado por hacer más estérilmente productivo el olvido y la muerte que la investigación histórica y su activación en el presente.…

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