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Abrazos y codazos: la intimidad confusa

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Javier Chozas, La Piel Construida. Foto: Geray Mena

A veces, o casi siempre, el arte nos ayuda a explicar emociones tan complejas como extrañas, y a entender situaciones personales y colectivas todavía más confusas. En un periodo como este, el arte puede convertirse en un soporte sentimental sobre el que mirar el mundo con otros sentidos y ritmos, para navegar este momento horrible del cuerpo y sus relaciones. Después del confinamiento de primavera, muchas han sido las propuestas en Madrid, pero en mi opinión, tres exposiciones muestran un interés en particular por intentar comprender las nuevas significaciones de la intimidad y las relaciones. Las artistas en cuestión son Javier Chozas en La Tabacalera, Nora Aurrekoetxea en la galería Juan Silió y Esther Merinero en Aparador Monteleón.

Para hablar de arte que explora los afectos, empezaré el texto relatando mi experiencia personal con las tres exposiciones. Sin haberlo planificado así, vi las tres el mismo día. Además de la coincidencia temporal, que sin duda influyó en mi decisión de escribir este artículo, se dio otra paradoja. Siendo las muestras las primeras que veía después del confinamiento, mi primer encuentro con obras de arte más allá de la pantalla, mi cuerpo se volvió a sentir activado por la presencia de objetos y las sensaciones volvieron a correr por mí.

Exponer nuestros cuerpos e infectarlos con energía afectiva

Pocas horas después de verlas, sin embargo, recibí la noticia de que tal vez me debía confinar (contacto de contacto de positivo). Al final todo fue un susto, pero ese día viví una situación similar a lo que está viviendo el mundo del arte hoy en día: después de una vuelta fugaz a la actividad, volvemos al principio y parece que las cosas vuelven a pararse. Por eso escribo esto, para demostrar la importancia del arte de exponer nuestros cuerpos e infectarlos con energía afectiva, para recopilar unas de mis últimas experiencias en una sala de exposiciones antes del posible nuevo confinamiento, para que podamos recordar lo cerca que hemos estado de la materia otra vez. Para adaptarme a mi recorrido de aquel día, escribiré sobre los artistas en el orden que visité sus expos. 

La primera fue La Piel Construida, de Javier Chozas. La exposición ocupa las tres estancias que componen La Fragua, configurando un viaje sensorial entre los espacios contiguos. Javier divide la exposición en tres actos, donde lleva al espectador por numerosos encuentros con cuerpos de todas formas y colores, creando un recorrido por los interiores y exteriores de estos cuerpos: un campo de batalla donde la intimidad de los cuerpos se negocia a partir de la relación entre fuera y adentro, como apunta Tavi Meraud en su ensayo Iridesences, Intimacies.…

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