La historia del arte se ha construido sobre la mirada del hombre. Cuando repaso un libro de historia del arte disfruto pensando que detrás de todas esas imágenes (siempre antiguas) en las que la firma es “artista desconocido” hay una mirada de mujer. Nadie ha dicho nunca, nunca se ha escrito, que alguno de los cientos de pinturas rupestres que existen en el mundo sea obra de una mujer, ni siquiera nadie se lo ha planteado… Siempre es el hombre, es su mirada y es su mano la que conforma el mundo que vemos. Pero eso es solamente la versión oficial, en realidad es una información falsa, porque es absolutamente imposible que nunca en toda la historia del origen del mundo ninguna mujer haya dibujado nada, haya construido nada. Claro, queda la cerámica, todo el tema textil, mayoritariamente realizado por mujeres… pero está comprobado que cuando un oficio o un trabajo es desempeñado mayoritariamente por mujeres es devaluado social y económicamente, pierde prestigio y consecuente baja de nivel económico y social. La enfermería, la enseñanza infantil, la artesanía, la costura… tiene que llegar un hombre, varios hombres, a las cocinas para convertir a una cocinera en un chef, para transformar una cocina en un laboratorio, para que estos hombres dejen de cobrar un sueldo alimenticio y ser desconocidas públicamente para convertirse en estrellas mediáticas. Si las cuevas rupestres las hubiéramos decorado las mujeres nadie estaría interesado en ellas, habría muchas y serían gratuitas, ni habría listas de espera para verlas. Cosa de mujeres.
Pero hace ya mucho tiempo que las mujeres miran el mundo, observan lo que les rodea, conforman su existencia y sus sueños. Hace muchos años que las mujeres construyen mundos propios en literatura y en arte, en música, en cine, en todo. Es cierto que estos mundos siguen siendo mundos paralelos, casi ocultos. En 1985 surge el colectivo feminista Guerrilla Girls, y su primera declaración es sangrante y muy aclaratoria: en la colección del Metropolitan Museum de Nueva York, menos del 5% de las obras de las secciones de arte contemporáneo están hechas por mujeres, pero el 85% de todos los desnudos que muestran a la mujer desnuda. Se preguntan “¿Tiene que estar la mujer desnuda para entrar en el museo?” Si la respuesta la diese un fotógrafo o un aficionado a la fotografía, sería un rotundo sí. La llegada de la fotografía convierte el cuerpo femenino en uno de los objetos más fotografiados en toda su historia. Desde los artistas más importantes al aficionado más patoso, todos tienen en sus archivos o en sus carretes esas imágenes de mujeres desnudas. Aunque eso no signifique que la mayoría de esas imágenes lleguen a entrar alguna vez a algún museo.
Las mujeres hablamos, miramos y reflexionamos sobre lo que vemos. Hablamos de nosotras y de vosotros, de ellos, de los otros, de todo
Es cierto, en contraposición a todo esto, que la fotografía es uno de los lenguajes que más ampliamente y más temprano utiliza la mujer para su incorporación al mundo de la creación, y no digo del arte porque en sus orígenes la fotografía no es considerada un arte, y tal esa sea la razón por la que la mujer no encuentra grandes problemas para entrar en el oficio. Sea por lo sea, la enorme cantidad de mujeres fotógrafas que pueblan la breve historia de la fotografía demuestra que las mujeres tienen una mirada propia sobre el mundo que les rodea, demuestra que sus intereses son otros y que la forma de mirar es diferente. Y demuestran, en definitiva, que la historia del arte que conocemos está llena de lagunas. La mirada de la mujer sobre el mundo es igual y a la vez diferente a la del hombre, en primer lugar porque el mundo que observan es el mismo, sólo que el hombre ve una parte y la mujer otra, porque el hombre mira desde un lugar y la mujer desde otra. Un claro ejemplo es la atención a la imagen de la adolescencia, un tema muy trabajado por mujeres y que se plantean la soledad de la adolescente, su incomprensión de lo que le rodea, sus complejos, la urgencia del paso del tiempo. Temas todos que el hombre esquiva. Pero sobre todo la gran diferencia es cuando lo que se observa es un tema relacionado con la propia mujer, desde su aspecto exterior, hasta la idea de belleza, de atracción, y por supuesto su lugar en el mundo, su forma de estar en el paisaje urbano, sus problemas y sus pesadillas. Y no estoy hablando de “esos temas” como la maternidad, que no necesariamente centra la obra de una gran cantidad de mujeres.
Porque son muchas las mujeres que hoy usan el arte como un medio de expresión, y muchas las que eligen la fotografía
En este número de EXIT ofrecemos una breve muestra de diferentes formas de mirar de algunas artistas actuales. Solamente son 15, pero podrían ser cientos, porque es a través de la foto (y del conceptual) cómo las artistas han ocupado con más fuerza la escena artística, proporcionalmente las mujeres son más reconocidas en la breve historia de la foto que en la larga historia de la pintura: Julia Margaret Cameron, Tina Modotti, Hanna Höch, Lola Alvarez Bravo, Claude Cahun, Imogen Cunningham, Lisette Model, Margaret Bourke-White, Berenice Abbott, Dorothea Lange, Leni Riefenstahl, Lee Miller, Diane Arbus, Helen Levitt, Inge Morath, Katy Horna, Francesca Woodman, Annie Leibovitz, Cindy Sherman, Nan Goldin, Graciela Iturbide, Sally Mann, Cristina Garcia Rodero, Paz Errázuriz… son sólo algunos de los nombres de mujer imprescindibles en la historia de la fotografía. Ninguna de ellas está incluida en este número, los 15 dossiers son algunas de las cientos de fotógrafas que todavía no hemos nombrado. Porque son muchas las mujeres que hoy usan el arte como un medio de expresión, y muchas las que eligen la fotografía.
“¿Tiene que estar la mujer desnuda para entrar en el museo?”
Las quince artistas que ocupan nuestras páginas hablan simplemente de la vida, de las suyas y de las de otras mujeres. La selección se ha hecho sobre proyectos que tratan de diferentes aspectos y diferentes momentos de las vidas de las mujeres. Se habla por supuesto de la adolescencia, ese momento que pasa veloz pero que nos hace sentir excluidas, extrañas; se habla de los espacios del hogar, de lo que sucede o puede suceder alrededor de la mesa de la cocina, pero también de cómo la mujer ocupa espacios públicos. Se habla de los sueños, de las frustraciones, de las pesadillas del inconsciente, de las confrontaciones entre culturas, entre la historia y el presente, entre la artesanía y la tecnología, y entre la memoria y la familia. De cómo nos ocultamos, de cómo la mujer es obviada a lo largo de la historia y tratada como un simple objeto, y también de la mujer actual en las grandes ciudades, de las mujeres que fueron bellas y famosas y de cómo pasan sus últimos años, de las mujeres que viven y trabajan aisladas del mundo. Se habla mucho del paso del tiempo, de la memoria y de la confrontación entre el antes y el después.
Las mujeres hablamos, miramos y reflexionamos sobre lo que vemos. Hablamos de nosotras y de vosotros, de ellos, de los otros, de todo. Como si en vez de foto fuese escultura hablamos de las cosas y de sus contrarios, como un vaciado. De lo que se ve y de lo que esconde. De los problemas y de los miedos, de lo bueno y de lo no tan bueno. Pero lo más interesante de todo es que a partir de algún momento el mundo ya no sólo se construye sobre una sola mirada, sino sobre todas las miradas posibles.