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Robert Rauschenberg

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Robert Rauschenberg. Untitled [self-portrait with Inside Out, early state, Broadway studio], 1955. Courtesy of The Robert Rauschenberg Foundation.

La historia que no nos contaron

No nos lo han contado lo suficiente, prefirieron ocultarlo porque no interesaba en la construcción de una genealogía de un arte puramente americano, que era también una forma de decir todo el arte contemporáneo, una metonimia, una parte por el todo. En esta historia que escribieron y que dejaba mucho fuera, excluía tanto y a tantos, un genio sucedía a otro sin apenas descanso, de un gran pintor se pasaba al siguiente sin transición. Se partía, siempre, de esa figura que tenía mucho de héroe –pintaba con dos pelotas, se afirmaba–, un poco de mártir –se sacrificó por la pintura– y algo de estrella del cine –actuó para la cámara de Hans Namuth, haciendo de sí mismo– que era Jackson Pollock. Sin embargo, no se sabía dónde acabaría, aunque quizás terminó más pronto de lo que a algunos les hubiese gustado, en los 80 con Jean-Michel Basquiat, también héroe, mártir y estrella.

El ojo de Rauschenberg era muy especial, veía de otra forma, de otro modo que se alejaba de la norma

Puede que por eso se haya ignorado el trabajo fotográfico de Robert Rauschenberg (Port Arthur, EE.UU., 1925-Captiva, EE.UU., 2008) hasta hace relativamente pocos años. Que se prefiriera evitar decir que incluso dudó en ser pintor cuando abandonó el Black Mountain College, aquél mítico lugar al que decidió marcharse a estudiar y en el que todos sabemos, se han encargado de enseñárnoslo, que daban clases John Cage, su mentor, y Josef Albers, que le enseñó casi todo sobre el color. Lo que no se nos dice es que allí estaban también Harry Callahan y Aaron Siskind, con los que aprendió a fotografiar y que le enseñaron a mirar, porque si la pintura tenía que ver con la mano, la fotografía es sobre el ojo. Y el ojo de Rauschenberg era muy especial, veía de otra forma, de otro modo que se alejaba de la norma. Sus fotografías desvelaban demasiado, algo que él mismo tardó en contar porque no quería que le rechazaran. Sus instantáneas eran demasiado íntimas. Los retratos de Cy Twombly y Jasper Jones dejaban al descubierto un secreto: el de un amor que todavía no osaba decir su nombre.…

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