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Jonás Bel y Rafael Trapiello

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All images: Jonás Bel & Rafael Trapiello. Vigilantes de museo, 2015. Courtesy of the artists.

Vigilantes

Silenciosos y más o menos atentos están en todos los museos del mundo. Son los vigilantes de sala, los guardianes diarios de las obras de arte, de la historia, tal vez de la belleza, de parte de la belleza del mundo. Personas que conviven todos los días con el arte, con la historia. Y que tal vez nunca se han sentido especialmente interesados por todas esas cosas, esos cuadros, esas pinturas, esculturas, restos de la historia y del pasado. Tal vez para muchos solamente sea un trabajo. Un trabajo que consiste básicamente en mirar. Sentados o de pie, quietos o en breves paseos, ellos y ellas (hay un porcentaje cada vez mayor de mujeres en este servicio) son los responsables de que nadie toque nada, de que se respete el orden, la limpieza y el equilibrio formal en estas salas, casi siempre vacías, pero que reciben miles de personas al año, cada año, desde el presente, a veces desde el pasado, hacia un futuro indefinido. Ellos conviven con la belleza, con el arte, con el misterio del conocimiento, con toda naturalidad. Hasta que esa belleza, esa historia, esas experiencias fragmentadas que son todas y cada una de las obras de arte, cada pedazo de nuestra historia, se convierte en parte de su vida.

Esta presencia, que a muchos les pasa desapercibida, no solamente mira a los visitantes. También atiende a sus formas, desde aquel turista que se quita los zapatos en una sala de museo hasta ese otro señor que se sienta en una silla, que es un objeto de exposición; el que quiere tocar una escultura, ese otro que se quiere hacer un selfie demasiado cerca de la pintura, esos niños que corren por la sala, o los adolescentes que juegan en lugar de mirar nada… Al final del día, al cabo de los meses, de los años, conocen las pinturas, los muebles y las obras que vigilan mejor que muchos expertos. Es famoso en España el caso de un vigilante del Museo del Prado que acabó estudiando historia del arte y convertido en un experto. Menos conocido tal vez sea el caso de los artistas que han trabajado como vigilantes de museos. Una historia especialmente interesante es la de Robert Ryman, que fue vigilante de sala en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) entre 1953 y 1960, antes de ser uno de los pintores esenciales de un momento histórico de la pintura neoyorquina, y su obra (la importancia del muro, la confrontación del lienzo, de las líneas rectas, de las tiras pegadas en su superficie, de las paredes de las salas) sin duda le debe mucho a esos siete años en los que, en sus ratos libres, estudiaba y empezaba a pintar.…

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