Un pájaro, un avión. La mirada que se desliza
Un pájaro blanco surca el cielo azul a toda velocidad. Como un cometa que sobrevuela nuestras cabezas, sus alas se extienden y prolongan a través de la superficie celeste. El tiempo se escurre ante nosotros, el ave se desliza por la imagen, como también nuestra mirada, que sigue su rastro espectral. (Shhhhhh suena la fotografía)
Un avión se estremece entre las nubes. Su apariencia convulsa nos confunde, nos aturde; pareciera tener turbulencias. Acelerado y desfigurado, este pájaro de hierro propulsa nuestra mirada extática más allá de la imagen, con la expectativa ansiosa de conocer la trayectoria de su vuelo. En ambos casos —ave y avión, avión y ave—, el objeto volador se resiste a la fijación de nuestros ojos, que se esfuerzan por definir el contorno, que fracasan estrepitosamente —una y otra vez—, que acaban finalmente por liberarse de la impetuosa necesidad de la forma rígida.
Los pájaros y aviones que retrata el fotógrafo alemán afincado en Nueva York Greg Anthon se encuentran a punto de disolverse en la atmósfera. Sus series fotográficas, Birds y Flights, expresan la fragilidad del vuelo —cuyo rumbo puede cambiar a cada segundo—, la inconsistencia de la imagen —a punto de desvanecerse— y la frágil ontología de estos cuerpos voladores que fluctúan y desfallecen —imprecisos e inestables— frente a nuestra pulsión de inteligibilidad. Greg Anthon reproduce el gesto infantil: “mira mamá un avión”, “mira mamá un pájaro”, y dispara. Captura imágenes intrascendentes, contingentes, livianas. Sus pájaros y aviones están presentes, pero podrían desaparecer en cualquier momento, esfumarse de la imagen, sin que esto supusiese una pérdida relevante. Su total desaparición no nos resulta preocupante.
Los pájaros y aviones que retrata el fotógrafo alemán afincado en Nueva York Greg Anthon se encuentran a punto de disolverse en la atmósfera
Invirtiendo la naturaleza del señuelo, que se utiliza para atraer a las aves que se quiere cazar, las fotografías de la serie Birds seducen nuestra mirada (y por ende nuestra imaginación); la prolongan más allá de la visión directa, de la contemplación inmediata. Su emborronamiento fugitivo, su rastro ligero, a veces angelical, juega y experimenta con las posibles texturas y distorsiones del animal en movimiento. No existe un requerimiento de restitución del instante pretérito, sino una invitación al goce gracias a la percepción de su apariencia deslizada, diferida, desplazada, voluptuosa, imperfecta.…
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