Entrevista
En 1970, sin haber cumplido los cuarenta años Duane Michals, fotógrafo, exponía individualmente en el MoMa de Nueva York. Hoy, más de 30 años después y a pesar de la velocidad que la fotografía ha alcanzado en los últimos años para ponerse a la altura de la pintura, por ejemplo, en éxitos y exposiciones, siguen siendo muy pocos los fotógrafos que han llegado a exponer en el ‘santa sanctorum’ del arte moderno. Sin embargo Duane Michals no es un artista al que se le incluya en grandes exposiciones colectivas, bienales o documentas. Tal vez porque unos le consideran un fotógrafo clásico y porque otros, en definitiva, le consideran un artista atípico.
Pero ¿es Duane Michals un fotógrafo puro? En su ya larga trayectoria, Michals no sólo empezaría estudiando arte, sino que ha utilizado la pintura, el dibujo, y muy diversas técnicas sobre sus fotografías, pero no es esa faceta la que hace de su obra la de un pionero. Los aspectos más interesantes de su obra son otros que no tienen necesariamente que ver con la técnica de superposiciones, ni con ninguna otra técnica sino con la imaginación y con la capacidad de utilizar lo que vemos para adentrarnos en un mundo que no se puede ver. “Fotografiar lo que no se puede ver, el aura del sexo, la ausencia, el paso del tiempo”, estas son palabras que todos los que han escrito sobre él han utilizado. Para Michals la fotografía es un método de reconstrucción de nuestras identidades, como individuos, pero sobre todo es una forma de indagar en ese sustrato emocional y vital en el que viven los deseos, los sueños, las pesadillas también, la imaginación. Para ello Michals ha empleado sistemas narrativos que ya estaban en la pintura y que por supuesto también están en el cine, ha partido de temas e historias que aparecen en muchas grandes novelas y en pequeñas fábulas, se ha servido de tópicos y de universales, y a través de ellos nos hemos enfrentado en sus fotografías con el enigma de la belleza (Narciso, La parte más bella del Hombre / de la Mujer), con el inalterable paso del tiempo (Balthus y Setsuko, Las cinco edades del hombre), con la pérdida de lo que más creemos querer, de la vida, del amor, con la ausencia y la carencia (Mirándome al espejo ví el hijo que nunca tuve…), todo ello con el humor y la ironía, con esa capacidad para divertirse y disfrutar que sin duda Michals tiene; para, en definitiva hablarnos siempre de él mismo y de sus aficiones haciéndonos creer que nos hablaba de nosotros mismos.…
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