Este mes de febrero, el mundo del arte en España y, más concretamente en el terreno de la gestión museística, ha vivido unos temblores en grado de tsunami. Con los epicentros en Madrid y en Valencia, en los que se ha destapado la falsedad de los tan paseados conceptos de buenas prácticas en el arte actual. El Reina Sofía y el IVAM han sido los escenarios del desastre.
En el Reina Sofía, museo insignia del Estado, se ha destapado una irregularidad administrativa que ha desmontado una sección esencial en el funcionamiento del museo, el de la mediación cultural. En Valencia la directora del IVAM dimite ante una noticia de corrupción, que ella rebate pero no desmiente. El escándalo, una vez más, visita Valencia.
El Reina Sofía despide a sus mediadores
En un error aparentemente incomprensible, pero mucho más habitual y “comprensible” para los funcionarios que para el público en general, el Museo Centro de Arte Reina Sofía se queda de un solo golpe sin toda una sección de vital importancia en el funcionamiento del museo: el equipo de mediación. Un colectivo que se queda sin trabajo por un error en la licitación, un error administrativo que en otros sectores ya ha sucedido y que no es tan raro, pero que en este caso conlleva graves implicaciones, por su dimensión y por afectar a una zona especialmente sensible del museo más importante del país. Un error que sucede en la anterior dirección del Museo, pero que es con el nuevo director cuando estalla y se denuncia informativamente el 16 de febrero: “19 mediadores culturales del Museo Reina Sofía se quedan sin trabajo por un error en la licitación”.
Todo este departamento se va a eliminar a partir del 29 de febrero y no se ve posible que se pueda recuperar su funcionamiento en un mínimo de 6 meses. En este tiempo no habrá mediación, ni visitas guiadas realizadas por personal cualificado y habilitados por el propio museo; únicamente funcionarán las visitas realizadas por empresas privadas. Este escándalo administrativo no solo deja expuesto al museo en su incapacidad administrativa y de gestión, sino que deja entrever otros casos de maltrato administrativo al personal fijo, al contratado temporalmente e incluso a asistentes y becarios temporales. Defectos administrativos en los contratos, problemas reiterados en el pago de convenios y sueldos, despidos en no muy buenas formas y en situaciones que denotan malas praxis e incluso abuso de poder… Una situación en la que los trabajadores no suelen denunciar a la empresa, en este caso el Reina Sofía y el Estado, por lo que implica de desigualdad social, la velada amenaza de no poder nunca volver a trabajar en el museo y porque normalmente es Goliat el que vence a David.
“Por qué el servicio de Mediación Cultural se financiaba con los fondos PERTE cuando es un servicio estructural del Museo, es un interrogante al que no se le ha proporcionado respuesta”
La diferencia en este caso es que el colectivo de mediadores ha respondido como tal, como colectivo, amparado por el Sindicato de Solidaridad y Unión de los Trabajadores (SUT), que en un comunicado informa que no solo es el problema del error en la licitación, sino del origen del dinero con el que se le venían pagando sus sueldos, algo que no estaba previsto en los presupuestos del museo:
“El Área de Educación cuya responsable era hasta hace unos días María Acaso López Bosch, realizó un nuevo pliego para el nuevo concurso de licitación en el que se han cometido varios errores insubsanables. A modo de ejemplo, el nuevo presupuesto ni siquiera cubre el salario de la plantilla en las horas previstas. Hasta aquí, nada que no pueda arreglarse con el correspondiente desistimiento y la redacción de un nuevo pliego. Pero el problema es que, según informó el Museo a los trabajadores, la actual financiación del proyecto de Mediación Cultural del Museo se realiza con los llamados fondos PERTE (Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia), y esta financiación no puede ser prorrogada […]. Por qué el servicio de Mediación Cultural del MNCARS se financiaba con los fondos PERTE cuando es un servicio estructural del Museo desde 2011, es un interrogante al que no se le ha proporcionado respuesta”.
Este último párrafo es el nudo de todo el asunto; una financiación indebida que oculta el problema real: el mal funcionamiento, la falsa apariencia de cuidados que realmente no se consideran. Aspectos que se destacan en las políticas del museo, pero que realmente su gestión desprecia y no considera, y a la que no se designa ni un euro del presupuesto. Las malas prácticas son también, y tal vez sobre todo, precarizar a los profesionales de la cultura, generar como habituales contratos inestables y deficientes y no valorar económicamente el funcionamiento de servicios esenciales en sus presupuestos, dependiendo de ayudas puntuales y aplicadas indebidamente. No todo es designar al director por concurso.
El actual director, Manuel Segade, se ha encontrado con la patata caliente y ha manifestado que “el servicio no debería estar externalizado”, añadiendo:
“este es un servicio central en el museo y es lo que intentaré defender los años que esté aquí. Espero que, poco a poco, los mediadores y el resto de los servicios que están externalizados formen parte de la estructura real. En el futuro lo conseguiremos. O eso espero”.
Pero los empleados hoy despedidos de forma fulminante e injusta ven el futuro lejos y negro. Hemos hablado con ellos y, lejos de aplaudir las promesas y discursos proclamados por la institución y su dirección, nos daban su opinión al respecto:
“Esta situación vuelve a poner de manifiesto la continua inestabilidad que sufre este equipo debido a la externalización del servicio, que mantiene reducidas, y empeora de forma reiterada, sus condiciones laborales. El MNCARS y su Dirección se esfuerzan en proyectar hacia el exterior una imagen que no corresponde ni en forma ni en contenido con la realidad y trato laboral que mantiene hacia sus trabajadores. Así, estamos ante un escenario claro de hipocresía institucional por la que, de un lado, se hacen exposiciones, jornadas, ciclos y declaraciones contra la precariedad laboral del sector, mientras que en los hechos reales se mantiene a la plantilla subcontratada y sin garantía alguna de empleo estable. (…) Este problema se extiende desde hace más de 10 años en el museo y no se ha solucionado. A estas alturas no bastan declaraciones de intenciones que laven la cara de la institución una y otra vez, sino hechos”.
El museo, hasta el momento de publicar estas líneas, la única medida que ha tomado es cesar a María Acaso (profesora e investigadora española especializada en pedagogías y arte y educación y hasta hace poco Jefa del Área de Educación del Museo Reina Sofía); cuestión sobre la que se posicionaba de manera muy contundente el SUT:
“La única solución que ha dado el Museo ha sido el oportuno cese de la jefa del Área de Educación del Museo Reina Sofía, María Acaso López Bosch, como responsable directa de la situación, tratando de establecer un “cortafuegos” entre la más que dudosa gestión de los fondos europeos y la institución. Esto es una admisión del error monumental cometido por el Museo, de la enorme falta de planificación y rigor en la publicación de los pliegos. ¿Pero esta “solución” dónde deja a la plantilla afectada y al servicio?”.
Pero la verdad es que el pliego fue redactado por el Área de Educación en su conjunto, enviado a la Gerencia del Museo para su revisión y, por último, a Abogacía del Estado, quien lo aprobó. Por lo tanto, hay muchos más responsables involucrados en el proceso. Y la solución no es tal, solamente la demostración de una evidencia: la falta de autonomía en la gestión de los museos. Los empleados despedidos sí proponen una solución, la única posible: “el Museo tiene las herramientas para resolver la situación”. A lo que añaden que:
“Para una situación excepcional y urgente, debe haber una solución excepcional que garantice la continuidad del servicio y de los puestos de trabajo. Y, de hecho, la solución existe y está prevista en la Ley de Contratos del Sector Público se podría hacer un contrato menor. Así, se cubriría el Servicio de Mediación mientras que sacan una nueva licitación. Sería la mejor manera de que no hubiera una discontinuidad en la oferta educativa del museo y de que no se produjeran estos despidos, además de subsanar el ‘error’, si se le puede llamar así, que han cometido. Anteriormente estos contratos menores ya se realizaron, así que no es imposible”.
Por el momento, el último capítulo que conocemos de esta sucesión de eventos (además de que no se va a proceder a despedir a la plantilla por medio de un ERE, como se había anunciado en un inicio, sino de un ERTE, que supone la suspensión temporal del contrato) es el anuncio de huelga indefinida, convocada por el SUT y la Sección Sindical de SUT en Sedena, que se inicia hoy 28 de febrero y que será secundada por los mediadores junto al equipo de información y el de atención al público, compuesto este último por un equipo de 25 trabajadores.
A estas alturas, ya sabemos todos que imposible no hay nada.
Dimite Nuria Enguita como directora del IVAM
Si el viernes 16 nos enterábamos de los despidos en el Reina Sofía, el lunes 19 nos levantábamos con otra noticia aún más sorprendente: la directora del IVAM dimitía por un caso de presunta corrupción. Estas noticias en Valencia, las relacionadas con corrupción en entornos políticos y culturales, no son noticia, más bien son ya una costumbre. Sobre todo a la sombra del IVAM.
La información venía de un medio afín a la derecha valenciana, actualmente en el gobierno de la ciudad y de la autonomía: “Nuria Enguita, directora del IVAM, donó dos fincas rústicas al miembro clave del jurado que la designó”. En el mismo día que se publicaba esta noticia el IVAM cumplía 35 años; poco que celebrar. El mensaje era claro: también la izquierda es corrupta y sigue la senda del beneficio propio y del amiguismo. Nada nuevo bajo el sol. Pero una sorpresa, casi una bofetada, en el rostro hidratado y supuestamente renovado de las nuevas gestiones museísticas del país. Al parecer (y los hechos son probados), Enguita donó en 2022, dos años después de ser elegida directora del IVAM, dos fincas rústicas a una Fundación creada por Vicente Todolí. En este concurso, y después del abrupto final de la dirección de José Miguel Cortes, solamente se presentaron dos aspirantes al puesto, uno de ellos con defectos de forma, así que solo quedó un concursante.
Enguita salió enseguida a defender su postura con un comunicado que respondía a “la campaña difamatoria” iniciada contra su persona “sobre un tema estrictamente privado”
Ya en ese momento se escucharon voces, más o menos apagadas, que sugerían irregularidades en un concurso con solo una concursante y con un jurado en el que estaban los dos jefes anteriores de la concursante, en prácticamente toda su carrera profesional: Vicente Todolí, con quien había coincidido anteriormente en el IVAM y luego su superior en Bombas Gens, su anterior puesto al IVAM; y Manuel Borja-Villel, que fue director de la Fundación Tàpies, donde Enguita trabajó y a quien sucedió en la dirección al pasar al MACBA. Antes de su renuncia, Enguita salió enseguida a defender su postura con un comunicado que respondía a “la campaña difamatoria” iniciada contra su persona “sobre un tema estrictamente privado”. Insistía en que la Fundación a la que donó los terrenos no tiene ánimo de lucro. En este caso, la rapidez en su dimisión evidencia que los actos públicos en lo que afecta al dinero y las propiedades no son nunca totalmente privados. Por otra parte, el hecho de que una entidad sin ánimo de lucro no pueda tener beneficios no dice nada sobre sueldos, dietas, costes o gastos. Los nombres de artistas que participaron en su día en el crowfunding de apoyo a la Fundación de Todolí, todos ellos artistas que han expuesto con él en sus diferentes puestos en museos, poco o nada ayudaban a resaltar la honestidad del tema.
A raíz de todos estos acontecimientos, la dimisión de Enguita ha causado un enorme revuelo en los últimos días. Para empezar, hemos sido testigos de una gran campaña de defensa de su figura y de su profesionalidad en redes sociales; buena parte del sector artístico se ha volcado con Enguita en redes como Instagram o Facebook bajo el hashtag #conNuriaEnguita. Además de esto, actualmente circula una carta de apoyo a Nuria Enguita que han firmado más de mil profesionales del sector de la cultura, entre ellos directores o exdirectores de museos relevantes (nacionales e internacionales). En este sentido, se debe destacar que una considerable parte de la comunidad cultural y artística ha leído esta “campaña de desprestigio” como una estrategia más de la derecha en Valencia, que de forma manifiesta está tratando de hacer tabula rasa del panorama cultural regional y de borrar del mapa a los principales agentes del arte en las instituciones de mayor peso. Ya son siete el número de gestores culturales de destacados organismos de la Generalitat los que han sido cesados o no renovados en los últimos meses por el gobierno autonómico, que ha dado a Vicente Barrera (Vox) el liderazgo de la Conselleria de Cultura.
En la relación con el poder, sea este del tipo que sea, los intereses y beneficios tienen formas muy diversas. Y aunque una gran parte de amigos del sector han apoyado a la directora dimitida, argumentos como su conocimiento y vínculo personal de personas del sector internacional del arte parecen, más que inocentes, absurdas. Un director de un centro del nivel del IVAM es lógico, incluso obligado, que sea alguien en el sector al que pertenece y conozca a sus iguales. Naturalmente, todos los implicados en el bochornoso asunto se declaran inocentes, que cada cual crea lo que quiera. Que sea la derecha la más interesada en la dimisión, que junto con su cese a otros directores de museos en toda España intenta marcar una línea sin duda de descenso de la calidad e independencia del mundo cultural, no significa que el hecho denunciado sea esencialmente vergonzante y absurdo, prueba del escaso respeto de ciertos círculos a una idea general de lo que es la ética profesional, y de la separación de lo público y de lo privado. Quizás, antes que nada, podemos leer este momento como una oportunidad para sacar a la palestra el tema de la ética de los jurados y de estos comités que seleccionan altos cargos, abordando en profundidad la problemática de quién (y quién no) puede hacer efectiva la elección de dirección de un perfil profesional concreto. Ojalá esta instancia nos sirva para trabajar sobre nuevas estrategias electivas que puedan implantarse de cara al futuro. Quizás, este deba ser el debate que nos atañe ahora. En cualquier caso, la conclusión es que tenemos uno de los museos más destacados del país sin director y con un futuro cercano muy incierto.