Un dato abrumador: de media, entre 2015 y 2020, en China se abría un museo nuevo cada dos días. Hagan sus cálculos. Si pensábamos que la burbuja museística que se vivió en España era algo inconmensurable, absolutamente desmedido, el caso chino supera con creces cualquier escenario imaginable. Y es que, en la década de 2010, China construyó nuevos museos con un frenesí solo comparable al de su programa de construcción urbana. Según la Asociación de Museos de China, entre 2009 y 2014 se abrieron 1.563 nuevos museos. A diferencia de la explosión constructiva vivida en España, el incremento exponencial de museos en China sí fue acompañado de un aumento considerable en la cifra de visitantes de estas instituciones, llegando en 2019, en su totalidad, a acoger a más de 1.200 millones de visitantes, un 75% más que en 2015. Sin embargo, no todo han sido buenas noticias para el gigante asiático; de hecho, últimamente, el panorama museístico en China no ha hecho más que sufrir batacazo tras batacazo.
En primer lugar, encontramos el flagrante problema de las falsificaciones de arte. Este grave asunto, muy agudo en China (tal y como analizaba Miguel Ángel García Vega en 2014), ha obligado a bastantes museos a cerrar. Por ejemplo, hace casi una década cerraba sus puertas el Museo de Lucheng, situado en la provincia de Liaoning, en el nordeste del país, después de que se conociera que al menos un tercio de las ocho mil obras exhibidas eran falsas. Pero el caso del Museo de Lucheng no es una rara avis. Entre otros muchos ejemplos en los que podríamos ahondar tenemos el caso del Museo de Jibaozhai, en la provincia de Hebei, que fue igualmente clausurado ante la sospecha de que la mayoría de los cuarenta mil objetos que almacenaba eran falsos (cabe mencionar que el Museo de Jibaozhai se había inaugurado en 2010 tras asumir un coste de unos 88 millones de dólares: 64,5 millones de euros). Detrás de esta caótica situación, se encuentra el boom de museos de todo tipo que ha vivido China y la búsqueda del enriquecimiento rápido. Como explicaba Miguel Ángel García Vega, “llenar sus salas con obra falsa se ha convertido en una manera sencilla, fácil y tentadora de ganar dinero”. Ante esta prolífica economía de la falsificación, tan extendida en China en los últimos tiempos, podemos revisar algunos datos escalofriantes. Por ejemplo: se estima que el 80% de los fósiles de los museos chinos son réplicas. El volumen de falsificaciones llegó en 2011 a tal extremo que un estudio de la consultora especializada en arte Artron estimó que, al menos, 250.000 personas en 20 ciudades chinas se dedicaban a fabricar y vender objetos artísticos falsos.
Esta crisis actual de los museos responde a varios factores, entre ellos la resaca de la pandemia y la agitación política, pero especialmente tiene que ver con el factor económico
Pero esto no es todo. A estas clausuras puntuales de museos que se han ido sucediendo en China en la última década le seguiría el cierre absoluto de los museos durante la pandemia, así como clausuras posteriores, como el cierre indefinido de los museos de marzo de 2022 a causa del rebrote de la COVID-19; lo cual causó serios estragos económicos en 2022, provocando un elevado estrés financiero y un importante revés para el panorama institucional y la economía de los museos. A esto le seguiría, inmediatamente después, una oleada de clausuras masiva en el último año. Esta crisis actual de los museos responde a varios factores, entre ellos la resaca de la pandemia y la agitación política, pero especialmente tiene que ver con el factor económico y con el hecho de que el tejido museístico de China se sostiene gracias al apoyo del sector privado, siguiendo un modelo institucional que depende, casi por completo, de este tipo de apoyo y sustento. Con el actual decrecimiento de la economía china y los graves problemas económicos que está sufriendo el país, sus consecuencias están afectando de forma muy clara y directa a los museos, que se están viendo avocados a cerrar, muchos de ellos.
Sucede que, mientras la economía del país cae en picado, sus instituciones se enfrentan a la congelación fiscal y al control encubierto en medio de un régimen de censura gubernamental cada vez más caótico y arbitrario. Todo empezaría en 2020, momento para el cual el ritmo de inversión en museos ya se había ralentizado de forma muy notoria en China y eran manifiestas algunas bajas, como el cierre en 2019 del Museo de Arte Contemporáneo Redtory de Guangzhou. Fue en ese momento cuando llegó el desplome inmobiliario de China, que comenzó con la insolvencia en 2021 del megapromotor inmobiliario Evergrande Group. El precio de las acciones de Evergrande se desplomó en agosto, un acontecimiento que coincidió con el colapso de otro gigante del sector, Country Garden. Esto repercutió inmediatamente a los museos. El Guangdong Times Museum de Guangzhou disparó la primera alarma el pasado agosto de 2022, cuando la institución, respaldada por una empresa inmobiliaria importante, anunció el cese de su programa de exposiciones. El museo, que abrió sus puertas en 2003, en un clima comparativamente favorable, era una de las instituciones más influyentes de China. Sin embargo, en los últimos años se había visto obligado a operar en un entorno cada vez más hostil.
La burbuja de los museos en China ha estallado: “ha sido un proceso de auge y caída, reflejo de la situación económica general del país”
Como explicaba un artículo reciente del The Art NewsPaper, a este revés del Guangdong Times Museum pronto le siguieron otras sacudidas: la cadena OCAT de instituciones cerró abruptamente también en 2022, el Museo Yuz se trasladó este verano desde su enorme hangar de aviones reconvertido en el West Bund de Shanghái a unas instalaciones mucho más pequeñas en un remoto suburbio y cabe mencionar también, entre otros muchos casos, el del Centro de Fotografía de Shanghái (SCoP), que cerrará en noviembre tras ocho años de trayectoria. Una gran mayoría de los museos chinos más importantes de la época del boom están atravesando estos años una época de crisis, entre ellos el Ming Contemporary Art Museum y el HOW Art Museum de Shanghái, y el UCCA y el M WOODS de Pekín (con sucursales en otros lugares), así como instituciones públicas como la Power Station of Art de Shanghái y el Museum of Art Pudong.
Como forma de afrontar esta situación crítica, en agosto de este 2023, el Long Museum de Shanghai anunció una subasta en Sotheby’s Hong Kong de casi 40 obras de su colección, por un valor estimado de entre 95,9 y 135,5 millones de dólares. Esta subasta de la colección se celebró la pasada semana, con resultados escasos para lo esperado, a pesar de haber establecido un nuevo récord de precio en una subasta de un solo propietario en Asia y a pesar de que la cifra total alcanzada fuera de 544,5 millones de dólares —muy por debajo de su estimación previa, que oscilaba entre 745 y 1.000 millones de dólares—. “Todo el mundo se sigue preguntando por qué demonios el Long Museum está vendiendo estas obras”, comentaba un marchante afincado en Asia, hablando desde el anonimato. Muchos analistas aseguran que esta estrategia parece buscar amortiguar los precios ante la mala situación económica.
El mercado del arte chino y el coleccionismo chino, que parecían prometer la panacea y asegurar la salvación del mundo del arte contemporáneo, ya no son lo que eran hace unos años. La burbuja de los museos en China ha estallado: “ha sido un proceso de auge y caída, reflejo de la situación económica general del país”, afirmaba Colin Chinnery, artista y comisario que este 2023 cofundó el Sound Art Museum de Pekín. “La mayoría de las instituciones artísticas privadas no tienen un modelo financiero sólido, sobre todo si dependen de una empresa matriz para pagar sus facturas”, añadía. Hoy día, los museos chinos se enfrentan a un régimen de censura cada vez más rígido y caótico, así como a las consecuencias de las políticas de la COVID-19, la recesión mundial y el hundimiento del mercado inmobiliario. Su estado actual es crítico y su porvenir oscuro, a pesar de la gran afluencia de público que tienen estas instituciones en China.
Pareciera que este malestar se hubiera convertido en una grave patología en el caso chino
Según apuntan los expertos, la agitación política también está pasando factura. En China es muy difícil documentar la censura por miedo a las repercusiones, pero los analistas afirman que ha habido un aumento desde 2012 y que se ha endurecido especialmente durante los años de pandemia. Así, por ejemplo, en junio de 2021 una protesta pública por el vídeo de Song Ta de 2013, Uglier and uglier, cerró el OCAT de Shanghái durante meses. En 2022, en el UCCA de Pekín, una queja de un visitante consiguió que se retirara el cuadro de Li Songsong de un avión kamikaze japonés.
Si el escritor e historiador de arte francés Jean Clair se refería al “malestar de los museos”, en su reconocido libro de título homónimo, para hablar de su función desvirtuada por la deriva mercantil y consumista, la vacuidad de sus fastuosas arquitecturas, la pérdida del valor pedagógico de sus colecciones, etc., pareciera que este malestar se hubiera convertido en una grave patología en el caso chino, mutando de estatus y pasando de malestar a tumor, de leve molestia a grave fractura cervical. Se trata de prestar atención a las vértebras que sostienen este modelo específico. Los cierres y reducciones recientes se manifiestan como síntomas de un paradigma cuyo problema es radical, de raíz.
Con la caída del sector inmobiliario, el malestar de los museos, manifestado con los múltiples cierres y reducciones, se ha hecho visible como síntoma de un modelo deficiente
Ciertamente, la acuciante problemática actual en China tiene que ver con la propia base y fundamento del tejido museístico y es que, en este país, el boom y auge de los museos han venido de la mano de iniciativas y empresas privadas, con el acelerado crecimiento económico, lo que ha conformado un tejido institucional dependiente de las derivas de este sector. Con la caída del sector inmobiliario, el malestar de los museos, manifestado de forma patente con los múltiples cierres y reducciones, se ha hecho visible como síntoma de un modelo deficiente. Los museos privados, en China, suelen tener licencias vinculadas a una empresa matriz que garantiza su financiación anual. Más allá de la problemática falta de independencia institucional, esto impone un malestar radical: la absoluta contingencia de los museos, que tan rápido como han aflorado pueden desaparecer. Este es, de hecho, el escenario que actualmente está aconteciendo: el declive del crecimiento glorioso de hace apenas unos años, el desplome de un modelo institucional deficitario, la caída de un gigante con los pies de barro.
Mientras que la crisis financiera de 2008 fue positiva para el mundo del arte chino, el actual declive parece imponer una idea clara: la urgencia institucional por articular nuevos modelos financieros y por crear un nuevo ecosistema artístico. Esperemos que este malestar radical de los museos que actualmente padece China sirva para regenerar el tejido institucional, fortalecer la autonomía de los museos y evitar un escenario semejante en el futuro, tanto en el gigante asiático como en otros contextos geográficos. Y es que, si algo hemos aprendido con la pandemia es que, a males ajenos, no hay que darles la espalda ni dejar de prestarles atención.