En 1979 la catalana Fina Miralles presentó en el Espai 10 de la Fundació Joan Miró una exposición llamada Paisaje. En 1980, bajo el título Esculturas y dibujos, Susana Solano realizó, en ese mismo espacio, su primera muestra individual. En 1986 fue la austríaca Eva Lootz, vinculada al contexto nacional desde principios de los sesenta, quien ocupó la sala con una propuesta instalativa denominada Arenas. Hoy, casi medio siglo después, una reconstrucción de estas tres muestras ocupa las salas 17, 18 y 19 de la Fundació Joan Miró de Barcelona. En un ejercicio curatorial dirigido por Martina Millà, jefa de exposiciones de la Fundació, Entre dos patios vuelve la mirada hacia aquellas intervenciones de Miralles, Solano y Lootz en el entonces Espai 10 —hoy Espai 13— para proponer una lectura que es, a la vez, homenaje y toma de posición. Porque no se trata solo de recuperar tres nombres fundamentales del arte español del tardofranquismo y la transición, sino de repensar cómo sus prácticas, profundamente insertas en su tiempo, lograron desbordarlo, generando estrategias de resistencia frente a la concepción tradicional de lo que había de ser la creación artística femenina.
Además de un reconocimiento a la trayectoria de estas tres artistas, y justo cuando la Fundació Joan Miró se aproxima a su cincuenta aniversario, Entre dos patios propone un juego de resonancias entre tiempos disímiles pero conectados: revisita un episodio del pasado para activarlo críticamente. Persigue entender cómo se leyeron las exposiciones en ese momento y cómo se leen ahora, qué significaron entonces para las artistas y qué significan ahora; pero también, qué fue el Espai 10 entonces y qué es ahora, qué relación mantuvo con el contexto cultural del momento, y cómo se integra en el tejido actual. Así, el ejercicio de recuperar las muestras de Miralles, Solano y Lootz permite, además de reflexionar sobre la evolución de sus trayectorias, visibilizar el impacto que en ellas tuvo el Espai 10. Se trata de un gesto, tal y como indica Millà, curadora de la exposición, con el que celebrar a estas tres artistas increíbles, no solo por lo que fueron, sino por lo que siguen siendo. Un gesto de reencuentro, de diálogo con sus propias trayectorias, casi como el que hizo Miró cuando, tras décadas, decidió volver sobre algunas de sus primeras obras para repensarlas desde otro lugar. Y un intento por mostrar que, cuando se dan las condiciones adecuadas, es posible construir carreras artísticas potentes, duraderas y profundamente significativas.
De la misma manera que el contexto de arte catalán actual, y en cierta medida el del nacional, no puede entenderse sin revisar la historia del Espai 10, comprender la suya pasa necesariamente por volver a los orígenes de la Fundació. Un inicio que se remonta a principios de la década de los setenta, antes incluso de que se llamase oficialmente Fundació Joan Miró. Con un nombre que revelaba una clara vocación experimental y formativa, el proyecto fue concebido como Centre d’Estudis d’Art Contemporani (CEAC), un centro de documentación, investigación y debate sobre arte contemporáneo. Su intención trascendía la custodia y conservación de la obra de Miró, y se planteaba como un lugar desde el que fomentar el estudio, la producción y la exposición del arte contemporáneo. A instancias del Àmbit de Recerca, un grupo de creadores locales que en aquel momento orbitaba en torno a la nueva institución —del que Miralles formaba parte—, el arquitecto Josep Lluís Sert contempló, en los planos originales del edificio diseñados en 1972, la construcción de un espacio dedicado específicamente a la experimentación artística. Aunque la construcción final fue más modesta que la inicialmente proyectada, en el edificio inaugurado en 1975 se emplazó, entre el Patio del Olivo y el Patio del Algarrobo, el llamado Espai 10 —en referencia a su ubicación dentro del edificio: el despacho número 10—. Un espacio desde el que promover la experimentación artística, dar visibilidad a creadores jóvenes y explorar nuevos lenguajes y formatos como el conceptual, la instalación, la performance, el vídeo, etc.
Sus prácticas fueron un acto de resistencia contra una historia del arte machista, abriendo fisuras y señalando con claridad que otro modo de mirar —y de estar— era, y sigue siendo, posible
El Espai 10 se inauguró en 1978 con una muestra de la artista Maria Teresa Codina titulada Sacos, pajas y zurcidos, en una ciudad donde apenas existían espacios para el arte emergente, más allá de algunas galerías y la mítica sala Vinçon, inaugurada en 1973 y convertida en centro neurálgico del diseño y la modernidad hasta los noventa —por aquel entonces los museos aún no habían incorporado las prácticas contemporáneas a sus programaciones—. Pronto se convirtió en un foco de actividad experimental. Ofrecía una gran libertad a los artistas, que podían presentar allí propuestas innovadoras y arriesgadas, que no encajaban en los circuitos comerciales. Y a la vez, aunque no perteneciera del todo al ámbito institucional, otorgaba una visibilidad poco frecuente para este tipo de propuestas que cuestionaban los lenguajes artísticos tradicionales.
Lo que en su origen fue un lugar de experimentación casi marginal, con el tiempo ha ido evolucionando hasta convertirse en la plataforma reconocida que es hoy dentro del sistema artístico catalán. A finales de los setenta y principios de los ochenta, coincidiendo con la ampliación del edificio de la Fundació, el Espai 10 vivió una transformación: el formato asambleario y autogestionado con el que había empezado, en el que eran los propios miembros del Àmbit de Recerca quienes seleccionaban los proyectos y decidían qué se mostraba; transitó a uno por convocatoria abierta, supervisado por la dirección de la Fundació. En 1989, la necesidad de un espacio para mostrar la colección permanente de Miró detectada por el entonces presidente de la Fundació, Oriol Bohigas, hizo que el Espai 10 fuese sustituido por el Espai 13 —el nuevo espacio físico era otro despacho: el número 13—, con una línea de trabajo similar pero un enfoque estructurado en comisariados temáticos, coincidiendo con la cada vez más emergente figura del crítico-curador.
Exponer en el Espai 10 a mediados de los setenta, en un contexto marcado por el final del franquismo y por la escasez de espacios para el arte emergente, supuso para Miralles, Solano y Lootz, así como para otras artistas como Àngels Ribé o Eulàlia Grau, una oportunidad singular. Pues fue allí, entre esos dos patios proyectados para dar luz y aire al edificio, donde se concretaron las primeras muestras individuales de mujeres artistas realizadas en la Fundació. Para muchas de estas artistas además, se trataba de la primera vez mostrando su obra en un contexto institucional.
Entre dos patios activa la potencia de aquellas tres muestras fundacionales, convirtiendo lo que en su momento fueron afirmaciones singulares en un relato coral
Entre dos patios recupera tres de las propuestas que emergieron entonces. Apunta Millà que, haber seleccionado las propuestas de Fina Miralles, Eva Lootz y Susana Solano, responde al hecho de que estas artistas, además de haber logrado continuar sus carreras y alcanzado un gran reconocimiento, puestas sus exposiciones en secuencia generan una resonancia, una atmósfera de época que trasciende el simple ejercicio de revisión. A lo largo de sus trayectorias, las tres desarrollaron estrategias de resistencia a los modelos artísticos heredados, especialmente aquellos impregnados de una visión patriarcal. Recurriendo a lenguajes y medios diferentes, pero con objetivos alineados, sus obras subvirtieron los discursos tradicionales del arte, rechazando las subjetividades impuestas. Se negaron a identificarse con el rol de mujer sujeto pasivo, y decidieron hablar desde otro lugar, uno que no estuviera marcado por las expectativas sociales ni por el ego construido desde el entorno que les tocó vivir. Así, sus prácticas artísticas fueron un acto de resistencia contra una historia del arte machista, abriendo fisuras y señalando con claridad que otro modo de mirar —y de estar— era, y sigue siendo, posible.
| Fina Miralles
Reconocida desde los setenta por sus acciones en contacto directo con la naturaleza y el mundo rural, Fina Miralles (Sabadell, 1950) es artífice de una práctica que cuestiona los lenguajes tradicionales desde una sensibilidad ecológica y crítica. Su trabajo destaca por su capacidad para combinar reflexión crítica, economía de medios y una profunda conexión con lo natural. En Paisaje, la muestra presentada en 1979 en el Espai 10, abordaba irónicamente el género pictórico del paisaje, despojando la obra de representación y mostrando sus elementos estructurales ocultos, como bastidores y lienzos vacíos. En sus obras incorporaba materiales naturales —piedras, tierra, plantas silvestres—, transformando la pintura en un medio expandido que dialogaba con el entorno.
l’arbre, 1975 © Fina Miralles
Aunque a día de hoy su actividad se centra en la producción de textos, y no en la generación de obra plástica, en las últimas décadas su obra ha recibido una creciente atención institucional, con distinciones como el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2018. Exposiciones como Fina Miralles. Somiar en el MACBA (2020), una amplia retrospectiva itinerante que también se presentó en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) y en el Centre d’Art La Panera de Lleida, o la inclusión de su trabajo la exposición central de la Bienal de Venecia de 2022, The Milk of Dreams, han contribuido a revisar su papel en la historia del arte contemporáneo y consolidado su presencia en el panorama internacional.
| Eva Lootz
A lo largo de su carrera, Eva Lootz (Viena, 1940) ha trabajado con escultura, dibujo, grabado, fotografía, instalación, sonido y vídeo, para reflexionar sobre cuestiones como la memoria, el tiempo y los problemas esenciales de la especie humana. Su obra se caracteriza por un marcado interés por la interacción entre materia y lenguaje, y en ella destaca el uso de elementos como el mercurio, el carbón, la arena y la madera. Aunque Arenas no fue la primera vez que presentaba su obra en la Fundació Joan Miró, sí fue la primera ocasión en que lo hizo individualmente. En la muestra del 86, planteaba una instalación formada por dos estructuras de madera conteniendo grandes cantidades de arena, conectadas por pasarelas formando una especie de circuito. El protagonismo recaía en los materiales y sus reacciones físicas, más que en una voluntad formal. La arena era libre de comportarse según sus propias leyes, desplazándose, acumulándose o desbordándose en relación con los volúmenes que la contenían. Esta aproximación respondía a una intención de neutralidad expresiva: en lugar de hablar desde el yo, hacía que fuesen los materiales quienes hablasen por sí mismos. Al evitar proyectar una identidad personal sobre la obra, y explorar una forma de creación basada en la observación, Lootz mostraba su rechazo a modelos subjetivos con los que no se sentía representada.
Desde los ochenta, Lootz ha recibido numerosos reconocimientos por su trabajo (Premio Nacional de las Artes Plásticas en 1994; Premio Tomás Francisco Prieto, de la Real Casa de la Moneda, en 2009; Premio Arte y Mecenazgo 2013, de la Fundación Arte y Mecenazgo de ”la Caixa”; y Premio José González de la Peña, Barón de Forna, concedido por la Real Academia de San Fernando, en 2014). Ha expuesto sus obras nacional e internacionalmente, y entre sus muestras más recientes se encuentran la retrospectiva Hacer como quien dice: ¿y esto qué es? en el Museo Centro de Arte Reina Sofía y Si aún quieres ver algo… en la Sala Alcalá 31 de Madrid, ambas en 2024.
| Susana Solano
En 1980, Susana Solano (Barcelona, 1946) presentó la primera muestra individual de su carrera en el Espai 10, bajo el título Esculturas y dibujos. Reunió esculturas en madera —con sus texturas y tonalidades—, dibujos y lienzos intervenidos, mostrados sin artificio y trabajados con gestos mínimos como pliegues, hilos o costuras, y formuló una propuesta sobria, centrada en las cualidades físicas de los materiales. Su interés por lo esencial se traducía en obras que evitaban cualquier tipo de relato explícito, apostando por una comunicación silenciosa y directa. El carácter abierto y luminoso del Espai 10 reforzaba esa voluntad de dejar que las piezas se expresaran por sí solas, sin necesidad de mediaciones narrativas.
Durante las más de cuatro décadas que lleva en activo, Solano ha expuesto en numerosas galerías e instituciones como la Fundació Joan Miró de Barcelona (1980), el CAPC Musée d’Art Contemporain de Burdeos (1987), la Whitechapel Art Gallery de Londres (1993), el MEIAC de Badajoz (2004), la Fundación ICO de Madrid (2007), el Irish Museum of Modern Art (2011) y el IVAM de Valencia (2019), entre muchas otras, así como en certámenes internacionales como la Documenta de Kassel (1987 y 1992), la Bienal de São Paulo (1987) y la Bienal de Venecia (1988 y 1993). Desde el 29 de marzo, el espacio independiente barcelonés Half House acoge Lo que supe y olvido, una de las exposiciones más libres de su carrera en la que pueden verse obras que estaban en su estudio y que no habían sido mostradas con anterioridad.
Lo que en su origen fue un lugar de experimentación casi marginal, con el tiempo ha ido evolucionando hasta convertirse en la plataforma reconocida que es hoy dentro del sistema artístico catalán
La relectura crítica que, sin nostalgia y desde una mirada contemporánea, propone Martina Millà en Entre dos patios no hace sino activar la potencia de aquellas tres muestras fundacionales, convirtiendo lo que en su momento fueron afirmaciones singulares en un relato coral desde el que repensar la historia del arte reciente, sus márgenes, sus silencios y sus posibilidades futuras. Parte de esa vigencia radica en la contención y discreción que caracteriza los trabajos de Miralles, Solano y Lootz, así como en su negativa a aferrarse al estilo de una época: sus trabajos no hablan desde la moda, sino desde una forma de resistencia que sigue interpelando. En este mismo espíritu, aunque desde una sensibilidad muy diferente, la exposición Ver en natural, de Paula García-Masedo, inaugurada el 10 de abril en el Espai 13 como parte del ciclo comisariado por Carolina Jiménez, establece una resonancia con aquellas propuestas fundacionales. Son ecos de silencios, de reflexión y contención, que generan en la Fundació un ambiente polifónico y colectivo, conectando el presente del Espai 13 con la historia y la fuerza latente de Entre dos patios.
(Entre dos patios, Fundació Joan Miró, Barcelona. Hasta el 18 de mayo de 2025)