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«Me paraliza la esperanza»: Roni Horn en Santander

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Roni Horn
Roni Horn en Me paraliza la esperanza. Fotografía de Belén de Benito. Cortesía del Centro Botín

El Centro Botín abre su calendario expositivo de 2023 por todo lo alto. El pasado 31 de marzo, este espacio cántabro, ubicado en Santander y dedicado al arte contemporáneo, inauguraba Me paraliza la esperanza, una exposición retrospectiva de la reconocida artista estadounidense Roni Horn (Nueva York, 1955). Me paraliza la esperanza se trata de una exhaustiva presentación de la artista multidisciplinar Roni Horn, adaptada específicamente en respuesta a la arquitectura del Centro Botín y a su ubicación frente a la bahía de Santander. Las obras expuestas y su singular disposición refuerzan la idea de Horn de estar presente en el momento, atenta a su entorno y a las variaciones atmosféricas. Con ese espíritu, la muestra nos invita a relajarnos, a prestar atención a los emparejamientos y contraposiciones que se nos presentan en cada una de las salas, a dedicar tiempo al profundo diálogo que se crea entre el espacio, la luz, el agua y la serena radicalidad de la obra de Horn. Abierta al público del 1 de abril al 10 de septiembre, la exposición ha sido concebida por la artista en estrecha colaboración con Bárbara Rodríguez Muñoz, directora de Exposiciones y de la Colección del Centro Botín.

Me paraliza la esperanza se trata de una exhaustiva presentación de la artista multidisciplinar Roni Horn

Me paraliza la esperanza abarca tres décadas de la carrera de Roni Horn a través de fotografías, dibujos, esculturas y una performance, todas de naturaleza conceptual, y pone de relieve su incesante exploración del proceso de cambio en relación con la identidad y el lugar. Desde 1975, la artista ha viajado extensivamente por los remotos paisajes de Islandia: esas experiencias de soledad en un paisaje geológicamente joven —y, por tanto, cambiante— han ejercido una importante influencia en su vida y en su obra. El agua y el clima también son fundamentales en la práctica de Horn, ya que su mutabilidad y su naturaleza ambigua reflejan nuestra identidad, entendida como algo que no es fijo ni estable.

Roni Horn, Still Water (The River Thames, for Example), 1999 (detalle). © Roni Horn. Foto: Ron Amstutz

“Thinking about water is thinking about the future –or just a future. My future –yours. It’s a personal thing –especially now. It makes sense that children fear water they can’t see into. And then, too, doesn’t make sense for someone who can’t imagine a future to be attracted to it, to this semblance of water, ot this other water?”, explica Roni Horn en Another Water (2000-2011), un examen del agua del río Támesis a través de fotografías ampliamente comentadas a pie de página. Una de estas notas o epígrafes recogía esta reflexión sobre el agua en relación a su identidad mutante y a su intrínseco vínculo con el devenir y el porvenir —elementos tremendamente presentes en su obra— .

El agua que fluye, que va hacia algún lugar, puede resultar una imagen esperanzadora, pues a esta materia líquida le espera un porvenir a lo largo del cauce. Tiene un futuro —tanto próximo e inmediato, como lejano e indescifrable—, un devenir sobre el que, como Roni Horn en sus notas, nos proyectamos a menudo; nos imaginamos imbuidos, flotando o nadando río abajo. Es por esto quizás que Roni Horn asevera en esta obra que “pensar en el agua es pensar en el futuro”, es decir, es pensar en lo que va a ser, más allá, en otro lugar, imaginar el destino que le espera, pero también lo que está siendo, en movimiento… Por eso mismo, los niños temen el agua, tal y como propone la artista, porque esta muchas veces únicamente nos deja ver una parte: la visión inmediata de su pasaje, y no su posterior curso o su anterior caudal, la superficie opaca, y no las profundidades. Aunque por otra parte, resulta tan aguda la pregunta con la culmina: “¿no tiene sentido que alguien que no puede imaginar un futuro se sienta atraído por ella, por esta apariencia de agua, por esta otra agua?”.

Fotografía de Belén de Benito

Quizás podemos imaginar dos posiciones, en tanto que espectadores acuáticos: la del que desea lanzarse a la corriente, para ser empujado por su fluir irrefrenable –lanzado así al porvenir, al más allá—; y la de quien se queda pasmado ante el devenir, como viendo la vida pasar, sabiendo de su incapacidad de detención, del existencialismo inherente a la dolorosa imposibilidad de atar el tiempo con sus manos. En este sentido, Roni Horn afirma que “la esperanza es, entre otras cosas, una táctica de supervivencia. Es el subtexto ininterrumpido de la vida, que presupone un futuro. Es una manifestación del impulso innato de seguir viviendo, respirando, moviéndonos, deseando… Me paraliza la esperanza es, al mismo tiempo, un silencioso e insidioso rumor y un grito incesante”. Ese grito silencioso, ese rumor atronador, es el que representa el agua en su pasaje, que acaba por convertirse, en esta exposición, en un hálito esperanzador, en un manifiesto vital, experiencial, poético.

Es una manifestación del impulso innato de seguir viviendo, respirando, moviéndonos, deseando…

El título, Me paraliza la esperanza, está tomado de una cita de la cómica estadounidense Maria Bamford que está incluida en la obra de Horn LOG (March 22, 2019-May 17, 2020), un registro de 406 láminas de su vida diaria a través de dibujos, notas e imágenes sobre temas cotidianos como el aislamiento provocado por la pandemia mundial, la observación de aves y otros animales autóctonos y los radicales cambios meteorológicos. El último espacio de la exposición presenta en primicia una nueva serie de sus icónicas esculturas de vidrio colado. Iluminadas por la luz natural que inunda la parte sur de la sala, las brillantes superficies de las esculturas mudan su tonalidad ante nuestros ojos a medida que pasa el tiempo y la meteorología y el agua cambian.

Pero vayamos con cautela, con la calma y pausa que requiere esta exposición, y detengámonos un poco en cada obra, desde el inicio de la muestra. Al entrar en la exposición, los visitantes recorren un espacio flanqueado por a.k.a. (2008-2009), una serie de fotografías con 15 pares de retratos de la artista extraídos de archivos personales y familiares, una obra que habla de la multitud que habita en cada uno de nosotros y de la ambivalencia del yo. Serie fotográfica compuesta por 15 pares de imágenes de la artista extraídas de archivos personales y familiares. El título, a.k.a., hace referencia al acrónimo de “also known as” o alias. La obra encarna la multitud que habita en cada uno de nosotros. La identidad múltiple de la artista y, por extensión, de cada persona se despliega ante nuestros ojos. Si algo queda claro escuchando hablar a la artista es que «la versión mutable de la identidad no es una anomalía… la versión fija es una anomalía».

Es indudable que uno de los aspectos que conforman la obra de Roni Horn es el carácter inestable e inasible de la identidad humana. Para la artista, esta no es nunca algo fijo, sino que siempre será variable y múltiple: “uno es esto, aquello y lo otro”. El retrato aparece, de esta forma, como uno de los temas recurrentes de Horn en su investigación de la identidad. Es gracias a la exploración del retrato en su multiplicidad que la artista muestra la infinitud de cambios mínimos del rostro y la poderosa belleza del gesto. También gracias a la utilización de dobles: Horn duplica las figuras, las fotografías, etc., situando por ejemplo las esculturas en espacios diferentes, a menudo contiguos o próximos. A este respecto, explicaba Neus Miró en su texto titulado Roni Horn aka Roni Horn, con motivo de la exposición retrospectiva de nombre homónimo que se celebró en 2009 en la Tate Modern de Londres, que la duplicación conlleva un cierto desconcierto en el espectador, ya que vuelve al mismo objeto, pero a su vez, las circunstancias han variado, por lo que se agudiza su atención y debe así mismo recurrir a su memoria para reconocer y distinguir el nuevo encuentro”. Así también lo reflejaría Jeanette Winterson en su texto Another Water (The River Thames, for Example), publicado en el nº83 de la EXIT (Aguas Salvajes), donde expone que “ningún río se parece a los demás y parte del juego de Horn con los dobles y la multiplicación en su obra consiste en pedirnos que prestemos atención a la diferencia, ya sea sutil o marcada”.

Roni Horn, a.k.a., 2008-09. Cortesía de la artista y Hauser & Wirth. © Roni Horn. Foto: Stefan Altenburger

El recorrido continua hacia el ventanal norte del Centro Botín que enmarca una maravillosa vista de la ciudad de Santander, donde los visitantes descubren Still Water (The River Thames, for Example) (1999), una serie de 15 fotolitografías a gran escala centradas en el tramo del río Támesis que atraviesa Londres. La obra cuenta con anotaciones de Horn sobre anécdotas, hechos, citas, observaciones empíricas y pensamientos personales relacionados con el río londinense, incluidos casos de suicidio extraídos de recortes de prensa, informes policiales y relatos de testigos presenciales, lo que suscita reflexiones sobre el vínculo indivisible que existe entre todas las masas de agua y la continuidad que se aprecia entre la vida y la muerte. Serie de 15 fotolitografías a gran escala centradas en la parte del río Támesis que atraviesa Londres a medida que su tonalidad va cambiando. La obra cuenta con anotaciones de Horn sobre anécdotas, hechos, citas, observaciones empíricas y pensamientos personales relacionados con el río londinense, incluidos casos de suicidio extraídos de recortes de prensa, informes policiales y relatos de testigos presenciales.

La obra cuenta con anotaciones de Horn sobre anécdotas, hechos, citas, observaciones empíricas y pensamientos personales

Además de aparecer en el nº 83, Aguas salvajes, con la serie Some Thames (2000), Another Water(2000-2011) y Stil Water (The Thames, For Example), Roni Horn había aparecido previamente en EXIT en el nº 39, El circo, con Cabinets of (2001), que consiste en una 36 retratos de un payaso cuyas expresiones faciales son difuminadas para explorar los interrogantes sobre la identidad y la memoria.

Por otra parte, y como se comentaba previamente, Roni Horn se ha sentido atraída por el agua desde los inicios, atraída por su naturaleza esquiva y voluble y por el modo en que nos refleja a nosotros mismos. Afirmando que el agua es su mentora, ha creado varias obras que abordan la ambigüedad tanto del agua como de la identidad, entendida como algo que no es fijo ni estable. «Me fascinaba esa idea del agua como una forma de relación perpetua, no tanto una sustancia como algo cuya identidad se basaba en su relación con otras cosas. La mayor parte de lo que ves cuando observas el agua es el reflejo de la luz», explicaba la artista.

© Sotheby’s

Hacia 1998, Roni Horn recibió el encargo de crear una obra sobre el Támesis y pasó un tiempo deambulando junto al río, coincidiendo con una época de desorientación personal. Durante ese tiempo, realizó entrevistas a personas cuyo trabajo guardaba relación con el río, tales como policías y taxistas. El resultado fue Still Water (The River Thames, for Example), una serie de 15 fotolitografías de gran tamaño centradas en la parte del río que atraviesa Londres a medida que su tonalidad va cambiando. Cuenta con anotaciones de Horn sobre anécdotas, hechos, citas, observaciones empíricas y pensamientos personales relacionados con el río londinense, incluidos casos de suicidio extraídos de recortes de prensa, informes policiales y relatos de testigos presenciales.

Esta serie fotógrafica comparte espacio en el Centro Botín con la pieza Gold Mats, Paired (For Ross and Felix) (1994-2003), una delicada escultura posada sobre el suelo de la sala compuesta por dos láminas rectangulares de oro puro, una obra que Horn dedica a su difunto y buen amigo, el artista Félix González-Torres, y a su amante, Ross Laycock, y que hace alusión al amor, el duelo y la amistad. Más adelante, la exposición continua con This Is Me, This Is You (1997-2000), formada por dos cuadrículas de 48 fotografías de la sobrina de Horn tomadas a lo largo de un periodo de tres años y presentadas en paredes enfrentadas. También Portrait of an Image (with Isabelle Huppert) (2005-2006), una cuadrícula que muestra un centenar de retratos de la actriz francesa representando las distintas personalidades de sus personajes de ficción. 100 retratos de la actriz francesa Isabelle Huppert presentados en 2 cuadrículas opuestas de 50 fotografías, mientras la actriz recrea la personalidad de sus personajes de ficción.

Vista de sala de la exposición. Fotografía de Belén de Benito

Hacia la mitad de la sala los visitantes se encuentran con Th Rose Prblm (2015), una obra compuesta por 48 dibujos distintos que ofrecen iteraciones de dos frases —“a rose is a rose is a rose”, del poema de Gertrude Stein Sagrada Emilia (1913), y la expresión “smelling like roses”, que en español equivale a cubrirse de gloria— escritas a mano, recortadas y entrelazadas para obtener todos los resultados posibles. En ella, el juego con el lenguaje adoptado por Horn da sentido al sinsentido, trazando una metáfora sobre la naturaleza cambiante de la identidad. El recorrido prosigue con sus obras más recientes, incluyendo algunos trabajos inéditos de LOG (March 22, 2019-May 17, 2020) (2019-2020), una serie que presenta 406 láminas dibujadas por Horn que funcionan como un registro diario de observaciones y sucesos cotidianos que han definido la sensibilidad y la voz de la artista.

En ese contexto reside la complejidad de la experiencia cotidiana vivida, que incluye el aislamiento provocado por la pandemia mundial

Algunas de las láminas contienen la frase que da título a esta exposición, I am paralized with hope, que la artista tomó de la cómica estadounidense Maria Bamford.  Esta obra fue producida a diario a lo largo de un periodo de catorce meses. Es una recopilación de dibujos, citas, collages, fotografías, comentarios informales, notas sobre noticias y sucesos meteorológicos, y textos originales de Roni Horn. El conjunto, con sus 406 dibujos, va de lo jocoso y extraño a lo sublime y perturbado. En ese contexto reside la complejidad de la experiencia cotidiana vivida, que incluye el aislamiento provocado por la pandemia mundial, un sistema político que se desmorona, la observación de las aves y otros animales autóctonos, y los radicales cambios meteorológicos.

El título de esta exposición, I am paralized with hope (Me paraliza la esperanza) —una frase tomada de la cómica estadounidense Maria Bamford—, aparece inscrito compulsivamente en varias láminas de la obra. Hablando de la esperanza, Horn afirma: «La esperanza es, entre otras cosas, una táctica de supervivencia. Es el subtexto ininterrumpido de la vida, que presupone un futuro. Es una manifestación del impulso innato de seguir viviendo, respirando, moviéndonos, deseando. Pero la esperanza hasta el extremo de la parálisis no es esperanza. ¿Se ha convertido la esperanza en un eufemismo de la desesperanza? ¿Acaso inhibe la esperanza nuestra reacción ante las amenazas existenciales? I am paralized with hope es, al mismo tiempo, un silencioso e insidioso rumor y un grito incesante».

La penúltima sala alberga Saying Water (2001), un monólogo de 40 minutos basado en las reflexiones y asociaciones de Horn con el agua. Y, por último, en la sala sur cuya pared de cristal da a la Bahía, los visitantes pueden descubrir sus últimas y características esculturas de vidrio colado: Untitled (The tiniest piece of mirror is always the whole mirror) (2022). Aquí, cada escultura —cilíndrica y con el extremo superior cóncavo, liso y reflectante— se comporta como un ojo que observa el entorno. Horn juega con la tensión de la materialidad del vidrio, que no es ni sólido ni líquido, sino que sus átomos se encuentran en un perpetuo e imperceptible movimiento. Así, la artista utiliza esa dualidad innata para indagar en los estados del agua, explorando conceptos como la identidad, el significado y la percepción. En este espacio el espectador se queda embriagado, el tiempo suspendido y el espacio inundado por la luz que entra por lo ventanales y que se refleja en la superficie marítima. Todavía resuenan las reflexiones de la sala previa, la voz de Horn, que susurra, que murmura, que nos conduce como el fluir del río por la salas y cuyo cauce ha llegado a su fin. Aunque desearíamos que este trayecto fluido, calmado y liviano, no terminara nunca.

(Me paraliza la esperanza, en Centro Botín, Santander. Del 1 de abril al 10 de septiembre)