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La Bienal del Whitney 2024

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Diane Severin Nguyen, instantánea de In Her Time (Iris’s Version), 2022–23. © Diane Severin Nguyen

“Even Better Than the Real Thing”/“Aún mejor que el auténtico”

El miércoles 20 de marzo se inaugura la 81ª edición de la Bienal del Whitney en el museo del mismo nombre de Nueva York. Lo que a primera vista puede parecer un hecho destacado pero local es realmente uno de los hitos del arte contemporáneo desde hace ya muchos años. Y no solo porque Nueva York se haya convertido en La Meca del arte contemporáneo, sino por la propia característica de una ciudad y de un país que es más que un solo país, y que una sola ciudad. La prueba es que en esta edición de la Bienal se plantean temas de una actualidad indiscutible y que son los artistas que viven en Nueva York, sea cual sea su origen, los que pueden ser seleccionados. Es también un escaparate que ha ayudado al éxito y reconocimiento de artistas como Georgia O’Keeffe, Jackson Pollock o Jeff Koons, atenta como ha estado siempre, desde 1932, a la realidad del arte actual. Porque no solo se trata de artistas jóvenes y desconocidos sino de los artistas que cada dos años saben pulsar los puntos más frágiles, más sensibles, de la sociedad y de la creación.

Esta nueva bienal, como todas desde 1973, se realiza bajo un lema, que es la idea curatorial a la que responde la selección de obras. En esta ocasión, haciendo una clara referencia a la inteligencia artificial, los curadores la han nombrado “Even Better Than the Real Thing”, con una traducción que puede ser “mejor que lo real”, o “mejor que lo verdadero”, que cada cual decida. Pero la idea está planteada desde el principio, y el cuestionamiento y las nuevas tecnologías no se quedan en el presente, sino que van desde el origen de muchos pueblos y razas hasta un futuro distópico, posiblemente muy cercano. Por supuesto tampoco falta la presencia de referencias a la guerra que se vive actualmente en Gaza, o la violencia machista, o simplemente a cualquier violencia. No se trata de una bienal politizada sino de un certero ejemplo de cómo el arte refleja los problemas y las inquietudes sociales, demostrando que la creación sigue alimentándose de la realidad, sea esta cual sea.

La Bienal del Whitney lleva desde 1932 mapeando el paisaje del arte americano, reflejando y estimulando el diálogo cultural en el mundo de las artes visuales

Isaac Julien, Iolaus/In the Life (Once Again… Statues Never Die), 2022. © Isaac Julien. Cortesía del artista y Victoria Miro, Londres

En esta 81ª edición participan un total de 71 artistas y 7 colectivos, y los comisarios encargados de su selección y puesta a punto demuestran ya desde el inicio la variedad, riqueza y diversidad que hacen de esta bienal una de las mejores de su historia, según las opiniones de los especialistas que ya han tenido acceso a la muestra en una visita especial para la prensa. Ellos (ellas sobre todo) son Chrissie Iles, Anne y Joel Ehrenkranz y Meg Onli, con la colaboración de Min Sun Jeon y Beatriz Cifuentes. El programa de performance está organizado por Iles y Onli, con la comisaria invitada Taja Cheek (más conocida como L’Rain). El programa de cine, también comisariado por Iles y Onli, cuenta como comisarios invitados con Korakrit Arunanondchai, asinnajaq, Greg de Cuir Jr y Zackary Drucker.

La diversidad sexual, los problemas raciales, la violencia, el machismo, la emigración, la identidad y el género son algunos de los temas presentes en esta bienal

La Bienal del Whitney lleva desde 1932 mapeando el paisaje del arte americano, reflejando y estimulando el diálogo cultural en el mundo de las artes visuales. Empezó como una exposición anual (“Whitney Annual” se les llamó), primero dedicados a pintura y después exclusivamente a escultura, hasta que finalmente y desde 1973 adopta la forma de bienal y reúne a todos los medios y lenguajes artísticos. El aspecto curatorial es esencial, ya que cada edición intenta cuestionar aspectos de importancia social; por ejemplo, en 1987, la programación fue denunciada por el grupo de artistas feministas Guerrilla Girls por incluir únicamente a una mujer en la exposición. En 1993 una obra del artista puertorriqueño Pepón Osorio (Escena del crimen (Whose Crime?)) denunciaba la violencia machista con una instalación de un comedor de una familia hispana donde se había cometido un asesinato. Esta edición de 1993 fue una de las más destacadas de su historia.

Rose B. Simpson, Root A, 2019. Fotografía: John Wilson White. Cortesía del Whitney Museum of Modern Art
Vista de instalación de la Bienal del Whitney 2024, Even Better than the Real Thing (Whitney Museum of American Art, Nueva York). Kiyan Williams, Statue of Freedom (Marsha P. Johnson), 2024. Fotografía: Audrey Wang

Ya en 2010, por primera vez, una mayoría de los 55 artistas incluidos en esa exposición de arte contemporáneo estadounidense fueron mujeres. Sin embargo, nuevamente en 2014 saltó la denuncia, esta vez por su falta de diversidad: solo 9 de los 109 artistas eran afroamericanos, incluyendo a un artista blanco que se hacía pasar por una mujer afroamericana. La comisaria de ese año, Michelle Grabner, respondió a todos estos problemas con algo que bien podría valer hoy mismo: “la inserción de personas de color en el espacio en blanco no lo hace menos colonial o más radical, esa es la retórica del multiculturalismo imperialista, una teoría pasada de moda”.  Así que sí, la diversidad sexual, los problemas raciales, la violencia, el machismo, la emigración, la identidad y el género son algunos de los temas presentes en esta bienal de manera repetida, tan insistentemente como su repercusión en la sociedad y en la vida diaria de las personas.

En esta 81ª edición los 71 artistas reunidos navegarán por los entresijos de la identidad propia, la autonomía del cuerpo y la cuestión del género

ektor garcia, teotihuacan, 2018. Regalo de Avo Samuelian and Hector Manuel Gonzalez 2022. Cortesía del Whitney Museum of American Art. © ektor garcia
Eddie Rodolfo Aparicio, El ruido del bosque sin hojas/The Sound of the Forest without Leaves, 2020. Cortesía del Whitney Museum of American Art

En esta 81ª edición los 71 artistas reunidos navegarán por los entresijos de la identidad propia, la autonomía del cuerpo y la cuestión del género. Y ya las críticas publicadas en Estados Unidos anuncian que posiblemente sea la más importante de todas las realizadas hasta el momento. Meg Onil respondía en una entrevista con la agencia EFE sobre la importancia de la idea de identidad en la Bienal:

“La identidad es multidimensional: puedes ser una persona de color, queer y discapacitado. La idea de la Bienal es analizar cómo pensamos a través de esas profundidades e inflexiones y reflexionar sobre cómo la gente está reconsiderando y repensando nuestra historia”.

Y es que la historia de Estados Unidos está muy ligada a la de Latinoamérica; millones de latinos de diversas generaciones viven y trabajan en Estados Unidos. La emigración naturalmente también está presente en esta Bienal. “Queríamos construir algo con múltiples capas y América Latina es una parte muy importante de EE.UU.”, explica otra de las curadoras principales, Chrissie Iles. Y eso explica la presencia de seis artistas latinos de muy diferentes orígenes que se han convertido en parte esencial de esta edición: el mexicano Ektor García, que trata a través de varias piezas hechas con crochet, como teotihuacan o cadena de vidrio, la colonización, la migración y el género. La obra de Eamon Ore-Giron, de ascendencia peruana, también indaga en el pasado, pero esta vez centrándose en la religión: en Hablando mierda con mi cara de jaguar reimagina a varias deidades de las culturas peruana y mexicana a través de una de las obras de Octavio Paz. La artista chilena Seba Calfuqueo cuestiona en la película TRAY TRAY KO el concepto del género a la par que refleja la resistencia del pueblo indígena mapuche (presente en Chile y Argentina) ante el Gobierno, que pretende destruir sus tierras y usarlas con fines comerciales. La dominicana Ligia Lewis critica los ideales eurocéntricos en el filme Una trama, un escándalo, grabado en Rímini (Italia) y en el que, además, cuestiona las ideas del célebre filósofo John Locke, que acuñó la frase “Vida, libertad y propiedad” pero ocultando que su propia familia se benefició de la trata de esclavos. Por su parte, Eddie Rodolfo Aparicio, hijo de padres salvadoreños, expone en una gran escultura hecha con ámbar de árboles la masacre de El Mozote en El Salvador, donde las fuerzas armadas acabaron con la vida de más de 1.000 personas. El ámbar usado en la obra permitirá que, al final de la Bienal, esta se desintegre por completo. Finalmente, la cultura maya también tiene un papel en la exposición gracias a la película de la brasileña Clarissa Tossin, Antes de que los volcanes canten, a la que acompaña con réplicas impresas en 3D de instrumentos de viento maya precolombinos.

Otra de las obras que están resultando más llamativas de la exposición del Whitney es Ruinas del Imperio II, una réplica de la Casa Blanca que se hunde en el suelo de una de las terrazas del museo. Hecha con tierra y acero por la artista estadounidense Kiyan Williams, la pieza simboliza la fragilidad de los poderes políticos. En un momento de elecciones en Estados Unidos (y en muchos otros países, 2024 es un año lleno de cambios políticos), de guerras en Oriente próximo y en Europa, la decadencia de las instituciones y la quiebra de los modelos políticos también son un tema para los artistas.

(The Whitney Biennial, en Museo Whitney, Nueva York. Hasta el 1 de agosto de 2024)