Cuando ya parecía que se habían olvidado de este canario iconoclasta, finalmente, se le concede el Premio Nacional de Artes Plásticas. Con 89 años a sus espaldas, Juan Hidalgo (Las Palmas, 1927) es el artista que ha recibido este premio con más edad, culminando una trayectoria que venía marcada por los premios anteriores a Esther Ferrer, Elena Asins, Isidoro Valcárcel Medina y Concha Jerez, el año pasado. Curiosamente todos ellos son artistas conceptuales, con bastantes aspectos en común. El premio, dotado con 30.000 euros, sin duda endulzará los próximos años a este artista que siempre ha vivido de espaldas a los mercados y a las ventas, como todos los premiados mencionados más arriba.
Juan Hidalgo es uno de los introductores del conceptual en España y el jurado ha destacado “su trayectoria, innovación, aportación al arte contemporáneo español, suprimiendo los límites y encarnando el espíritu de las vanguardias nacionales para atravesar los márgenes de su creación”. Algo que viene haciendo (aunque hasta ahora parece que no se han dado cuenta) desde 1964, año en el que funda el grupo ZAJ junto con Ramon Barce, Walther Marchetti y Esther Ferrer. Hidalgo es, sin duda, un personaje de otra época, estudia Sinología, (habla más de seis idiomas, entre ellos por supuesto el chino), es músico de formación clásica y compositor, se ha ganado la vida con las tareas más diversas (desde traductor a cocinero) a lo largo de una vida en la que ha vivido en diferentes países sin que prácticamente nunca su arte le haya servido para sobrevivir en los aspectos materiales. Conciertos, performances, instalaciones y fotografías siempre llenas de ironía, con una clara vocación política y sexual, y con una marcada carga de inteligencia, son algunas de las características de su obra, una obra joven y siempre fresca, que el tiempo ha permitido, con una sonrisa, que no envejeciera en absoluto. Hoy, con sus 89 años (al igual que los artistas mencionados más arriba, todos más cerca de los 80 que de los 70) Juan Hidalgo sigue siendo un artista con una obra absolutamente actual, digna de los mejores espacios. Un auténtico lujo para un país desagradecido que ha tenido que esperar al último momento para, si no rendirse a sus pies, al menos inclinar la cabeza ante la grandeza de una inteligencia y de una manera de hacer y de vivir que nos hace creer que ser un artista todavía tiene algo de sentido. Porque Juan Hidalgo sigue siendo un artista reconocido con una obra desconocida, porque su obra no es fácil para un público que tiene prisa, que le interesa más el mercado y la opinión de los curadores que la obra en sí. Como él me dijo una vez: “la obra es la que elige a su público, no es el público, nunca, el que elige ni a la obra ni al artista”. A él siempre le fue suficiente con un público pequeño, con un público inteligente y que pudiera sonreír, disfrutar, como él, de la música, de las ideas, de una copa y un cigarro, del sexo, de la vida.