Jugar totalmente en serio, como solo juegan los niños. Jugar hasta el final, respetando la ficción de unas normas, reglas y relaciones consensuadas, pactadas y puestas en movimiento por quienes juegan. Jugar siguiendo la coreografía aprendida de los cuerpos que vienen y van, de una gestualidad inconsciente. Jugar olvidando el mundo, comprometiéndose con el juego, como solo juegan los niños… Algo de todo esto tiene el arte, en tanto que ficción poética y productiva, mentira poderosa, puesta en suspense de las coordenadas espaciotemporales convencionales —de las normativas, paradigmas y dinámicas histórico-sociales—; y mucho de todo esto tiene, desde luego, la muestra Juegos de niñxs, 1999-2022, de Francis Alÿs (Amberes, 1959), que actualmente se expone en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de Ciudad de México y que se imbuye en el juego de la mano de niños y niñas de diferentes latitudes, generando una suerte de registro internacional de juegos infantiles.
En muchas ocasiones, se ha considerado que el juego es una necesidad humana esencial, algo natural e inherente al ser humano que el niño practica constantemente y que, en cambio, el adulto poco a poco va perdiendo. Desde 1999, Francis Alÿs viene produciendo vídeos que documentan los juegos que tradicionalmente los niños practican en las calles y patios de todo el mundo. Juegos de niñxs, 1999-2022 (proyecto que protagonizó la exposición del Pabellón de Bélgica de la Bienal de Venecia del pasado año 2022 bajo el título The nature of the game, donde presentaba una selección de cortometrajes rodados desde 2017), es un archivo en curso de prácticas urbanas que la modernización va desterrando de la vida cotidiana, a medida que el concepto de espacio público va quedando trastornado por el predominio del transporte vehicular, y el acaparamiento del tiempo libre por las distracciones electrónicas.
Las diversiones infantiles que Alÿs registra son una cultura subterránea en peligro de extinción que unía generaciones y cruzaba fronteras, pero además son extremadamente interesantes por sus implicaciones conceptuales. Sus reglas, imágenes y referencias proyectan una variedad de conceptos sobre el tiempo y el mundo, y sugieren un sustrato potente y antiguo de nuestra experiencia compartida, motivo adicional para que debamos preocuparnos de su inminente desaparición.
Muchos de los vídeos expuesto en la exposición (comisariada por Cuauhtémoc Medina y Virginia Roy) tienden a localizarse en regiones del mundo donde el relativo subdesarrollo económico, y la fuerza de la tradición y las comunidades sociales, han hecho subsistir la vida compartida de la infancia en la calle. Si bien, con frecuencia, tienen un valor directo de documentación etnográfica, también registran metafóricamente los cambios de las sociedades contemporáneas y sus conflictos. Tanto por la forma misteriosa en que ciertos juegos son practicados por sociedades en extremo disímbolas, como por el valor humano que comparten, aparecen también como un vehículo de significación que une culturas y modos de vida.
Un gran número de estos juegos, sino es que toda la serie de Juegos de niñxs, 1999-2022 de Francis Alÿs, despide un aura utópica. Proponen y documentan formas de sociabilidad autorregulada, donde los niños establecen un diagrama de sus relaciones sociales en una base competitiva, pero sin recurrir a la legislación o la fuerza. El acto de filmar permite al artista imbuirse “desde la distancia” en los códigos secretos y las relaciones socioculturas de cada uno de los lugares visitados. Curiosamente, esta exposición (como en el caso de la instalación que se podía visitar en el Pabellón de Bélgica/Comunidad Flamenca hace unos meses), funciona como una suerte de patio de colegio entrelazado, pues los sonidos de las distintas pantallas, de las distintas partes del mundo, se interfieren –en un mismo espacio–, los unos junto a los otros, juegan y se mezclan, generando así un coro de voces y gritos: una heterotopía lúdica que colapsa el espacio en la sala de exposiciones del MUAC.
Por todos esos motivos, Juegos de niñxs, 1999-2022 es un proyecto que rebasa por mucho la singularidad de un artista: se plantea como un archivo imprescindible para el futuro de la humanidad. Todo ello nos recuerda, además, a aquel famoso cuadro de Brueghel, Juegos de niños (1560) –que el propio Francis Alÿs admiraría de pequeño, causándole esto, según él mismo ha afirmado, una gran impresión–, donde el maestro de la pintura flamenca lleva a cabo una enciclopedia ilustrada de juegos infantiles; ochenta escenas de juego entre las que podemos identificar a niños que juegan con el aro, caminan con zancos, montan a caballito, simulan torneos, saltan la pídola, atrapan a la gallina ciega, hacen el pino, inflan las vejigas de cerdos y juegan con muñecas y otros juguetes.
Más allá de su función como enorme registro o archivo barroco de juegos, vemos en el cuadro cómo los niños se han apoderado de un edificio cívico importante, quizás un ayuntamiento, lo que enfatiza la idea de una cierta semejanza o correspondencia entre las preocupaciones adultas y los juegos infantiles. La disciplina y seriedad de los niños, absortos en su juego, como la de los adultos en sus labores diarias, nos revelan la contingencia final de nuestros actos rutinarios, el juego inherente de nuestra vida, muchas veces camuflado de un aura trascendental. En el fondo, podríamos pensar, se trata de vivir (y crear) como solo juegan los niños.
(Juegos de niñxs, 1999-2022, en Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), Ciudad de México. Hasta el 17 de septiembre de 2023)