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Centenario Chillida, en lo profundo del aire

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Chillida junto a Lo profundo es el aire-Estela IX. Fotografía: Jordi Belver

Ya decíamos hace unos días que, en muchas ocasiones, las instituciones artísticas y culturales se ven en la obligación de acudir a efemérides y aniversarios para elaborar jugosas programaciones con las que atraer a sus públicos, sobre todo ante la sed de visitas con las que presentar a final de año su propio impacto e influencia. Pues bien, si el año pasado celebrábamos por todo lo alto los cincuenta años del fallecimiento de Picasso con un programa bien amplio de exposiciones, publicaciones y coloquios, el turno es ahora de Eduardo Chillida1Con perdón de Antoni Tàpies, quien el pasado 13 de diciembre haría 100 años de su nacimiento, y al que el Museo Reina Sofía dedicará este año una exposición.. El pasado 10 de enero se cumplían 100 años del nacimiento del artista donostiarra. Para conmemorarlo, la Fundación Eduardo Chillida – Pilar Belzunce ha creado la programación “Eduardo Chillida 100 años”, compuesta por variadas exposiciones, publicaciones, proyectos audiovisuales, educativos y académicos que tendrán lugar entre 2024 y 2026 en España y el extranjero.

Eduardo Chillida, que nació en 1924 en San Sebastián, lo tenía todo para convertirse en una leyenda del fútbol, como portero de la Real Sociedad. Sin embargo, una grave lesión de rodilla frustró su carrera deportiva. La vida le tenía previsto otro destino. En 1942, con 19 años, empezó Arquitectura en Madrid, pero la abandonó y empezó a dedicarse seriamente al dibujo, que estudiaba en las clases del Círculo de Bellas Artes. Sus profesores y compañeros se admiraban diariamente por lo mucho y bien que dibujaba. Uno de sus hijos cuenta cómo al final este continuo elogio, lejos de motivarle, le decidió a dejar el dibujo: si era tan fácil, es que no sería arte.

A pesar del abandono de sus estudios de Arquitectura, Chillida siguió siendo un “arquitecto del vacío”, un constructor de espacios

En París, adonde se trasladó en 1948, realizó sus primeras esculturas figurativas en yeso, del que la bellísima Forma es ejemplo. Antes de virar hacia el trabajo sobre el espacio y el vacío, sus primeras piezas eran ejercicios formales, en el estilo clásico y tradicional de la escultura, en torno a la forma y la concreción del material. Su interés por el arte griego arcaico, que conoció en la capital francesa, se consolidaría en su primer viaje a Grecia, en 1963. Más tarde, no pudiendo abandonarse a la claridad del arte más clásico (de Constantin Brancusi o de Merardo Rosso, escultores que admiraba), optó por un material que, además de ser más vasco, le daba la oscuridad que buscaba, el hierro. No era belleza lo que Chillida buscaba.

Eduardo Chillida con la escultura Forma. Fotografía: Arturo Delgado
Eduardo Chillida trabajando en Legazpi. Fotografía: Archivo Eduardo Chillida

Si bien compartía muchos aspectos con otros escultores vascos coetáneos, sin embargo no creó grupo con ellos: prefería seguir solo su propio camino. Antes de que él se reorientase hacia la búsqueda del espacio, del hueco y de la escala, ninguno de ellos hacía nada parecido. Al hierro se sumaron la madera, la tierra, el alabastro y el acero corten. A pesar del abandono de sus estudios de Arquitectura, Chillida siguió siendo un “arquitecto del vacío”, un constructor de espacios. Inspirado en la naturaleza, la poesía, la música, la ciencia y el universo, sus piezas se basaban en conceptos éticos y filosóficos como la tolerancia, el diálogo, la paz, la fraternidad o la libertad. De ahí la importancia de los valores defendidos, y de ahí también la vocación universal de su obra, generadora de cohesión social, que el comité organizador del centenario Chillida subraya como ejes vertebradores de la programación del centenario Chillida.

El comité organizador del centenario está compuesto por una parte de la familia Chillida, dedicada prácticamente en su totalidad (Eduardo, el pequeño, es el único que ha continuado la carrera del padre) a la gestión de la obra: Luis Chillida, hijo del escultor y presidente de la Fundación Eduardo Chillida – Pilar Belzunce; Susana Chillida, hija del artista, cineasta y escritora; Mikel Chillida, nieto del artista y director de desarrollo de Chillida Leku; y Mireia Massagué, directora de Chillida Leku.

La programación

Aunque el plato fuerte del centenario será entre finales de 2024 y 2025, periodo en el que se concentrarán varias exposiciones y actividades en el territorio vasco, ya se han inaugurado las primeras muestras. El Chillida Leku (que es la institución que encabeza el evento) abrió el pasado 2 de diciembre Universo Maeght, una exposición que pone en diálogo al escultor y al resto de artistas representados por la mítica galería Maeght, y que acogerá piezas de Georges Braque, Alexander Calder, Alberto Giacometti, Pablo Palazuelo, Julio González, Jean Arp, Barbara Hepworth, Antoni Tàpies, Joan Miró o Marc Chagall. Chillida, uno de los artistas más jóvenes del elenco, era apodado cariñosamente por Marguerite Maeght como “Mon petit”. Otro diálogo, esta vez con el fotógrafo Jesús Uriarte, quien documentó sus obras durante más de 20 años, podrá verse en la Sala Artegunea de Kutxa Fundazioa, con sede en Tabakalera, Donostia-San Sebastián.

La vocación internacional del evento busca promover la difusión de su obra en museos y fundaciones de distintos países

Será interesante ver cómo el Cristóbal Balenciaga Museoa (Getaria, Gipuzkoa) expondrá el trabajo sobre la forma y el espacio como un tema en común con el modisto Cristóbal Balenciaga, con quien compartió no solo una carrera a medio camino entre San Sebastián y París y personajes como Juana Eguren, Pilar Belzunce o el matrimonio Maeght, sino un interés por la geometría, la superposición o el pliegue de la materia. Las convergencias entre moda y escultura han dado lugar a grandes exposiciones; sin duda esta se contará entre ellas.

Otras exposiciones tendrán lugar en Hauser & Wirth Menorca, isla donde trabajó y pasó muchos veranos con su familia; el Museo San Telmo de Donostia-San Sebastián, que pondrá el foco en las conexiones con artistas de su generación como Alberto Giacometti, Paul Klee, Barbara Hepworth, Pablo Picasso, Stanley Kubrick, Germaine Richier, Joseph Beuys, Jean Dubuffet, Merce Cunningham, Lygia Clark, Julio González, Robert Motherwell, o Ángel Ferrant; el Tabakalera Centro Internacional de Cultura Contemporánea, que propondrá una interpretación de la obra de Chillida desde la práctica artística contemporánea (representada por artistas como Elena Aitzkoa, Laia Estruch, Christian Salablanca o JUFF Project) en torno a ideas como la intuición, la conexión con el lugar, la escucha y otras formas de conocimiento; Peio Aguirre planteará en el Artium los Usos aplicados de Chillida a través de numerosos diseños de emblemas, logotipos y sellos; y el Museo de Bellas Artes de Bilbao, además de prestar Lugar de encuentros IV (1973) al Chillida Leku hasta el final de la reforma del museo bilbaíno, ofrecerá un repaso de las analogías formales entre Chillida y el pintor Godofredo Ortega Muñoz.

Eduardo Chillida en Intz-Enea, 1982. Fotografía: J.F. Bonhomme

Las galerías y museos extranjeros también tienen cabida en el centenario, dada la vocación internacional del evento, que busca promover la difusión de su obra en museos y fundaciones de distintos países. El diálogo con el escultor Anthony Caro (quien también habría cumplido 100 este año, y quien también contribuyó al desarrollo de la escultura moderna abstracta) ha sido el elegido por el Museum Würth de Künzelsau, Alemania. Por su parte, The San Diego Museum of Art (San Diego, California) expondrá varias esculturas y obras sobre papel, y la Galería de Arte del Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica de Chile (donde Chillida ya expuso, hace 23 años) pondrá énfasis en la capacidad de generar espacios y moldear materiales más allá de la lógica escultórica, a través de sus series de manos, sus libros y una selección de estudios, maquetas y documentación de su obra pública.

También se han previsto varias publicaciones. La editorial La Fábrica dará a luz una reedición de los Escritos de Chillida con una biografía ilustrada y un texto de Bernardo Atxaga, un catálogo de la exposición de la Sala Artegunea de Kutxa Fundazioa y una edición del arquitecto Joaquín Montero sobre la creación de Chillida Leku. Norma Comics publicará El Mapa de Chillida, con la ubicación de todas las obras de Chillida a modo de cómic, y Galaxia Gutenberg y HW Publishers editarán los recuerdos de Susana Chillida sobre sus padres.

Mi padre no hubiese llegado donde llegó sin nuestra madre, el centenario se lo merecen los dos

Luis Chillida

La música, fuente de inspiración del escultor, es otra de las disciplinas puestas en valor en esta programación. Las composiciones de Bach fueron siempre un referente para sus propias creaciones; así, la Sociedad Coral de Bilbao ha recibido el encargo de combinarlas. Por otra parte, mientras que el Musikene Centro Superior de Música del País Vasco ha diseñado tres recorridos centrados en las piezas de Chillida, Antonio Lauzurika ha creado la pieza musical Chillida-Elogios, que estrenará con la Euskadiko Orkestra. Además, la compañía de danza Kukai y el coreógrafo Jon Maya preparan una pieza participativa que trasladará al baile los valores defendidos por el escultor, y que verá la luz en el Solsticio de verano en el Chillida Leku.

Sobre la historia y la creación de esta institución está preparando Arantxa Aguirre un documental, Ciento volando. Y, finalmente, siguiendo la vocación educativa de la Fundación Eduardo Chillida – Pilar Belzunce, el Maushaus Architecture Lab está diseñando una unidad didáctica para profundizar en la obra del artista, que parte de sus propios textos, pensamientos y reflexiones en torno al arte, y que está destinada a los centros educativos, docentes y educadores desde infantil hasta bachillerato.

Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer

Los hijos de Chillida han reivindicado siempre el papel de su madre, Pilar Belzunce de Carlos (1925-2015), que fue un apoyo fundamental para el desarrollo de la carrera de su marido. En palabras de Luis Chillida, “Mi padre no hubiese llegado donde llegó sin nuestra madre, el centenario se lo merecen los dos”. Se conocieron cuando él tenía 16 años y ella 14, se comprometieron al cumplir ella 18 años y, unidos, vivieron y trabajaron el resto de sus vidas, junto a los 8 hijos que tuvieron en común. Chillida y Belzunce contrajeron matrimonio con el acuerdo de que él se dedicaría en exclusiva a la creación artística, mientras que ella se ocuparía de los aspectos prácticos y de administración para impulsar su carrera. Una carrera que, como apuntan sus hijos, fue de ambos. Apoyándolo en los momentos de dificultades, confiando en el camino seguido, acompañándolo en los numerosos viajes, guardando los trabajos que Chillida descartaba, Belzunce fue mucho más que la mujer de Chillida. Aquello que no se nombra, no existe. De ahí el nombre de la institución fundada para promover la investigación y divulgación de la obra del escultor, la “Fundación Eduardo Chillida – Pilar Belzunce”. De ahí también el hecho de que el Chillida Leku, en su reapertura en 2019, le dedicara la sala “Pilar Belzunce”.  

Eduardo Chillida y Pilar Belzunce en Chillida Leku. Fotografía: Archivo Eduardo Chillda

El museo Chillida Leku se creó en torno al antiguo caserío de Zabalaga, que el matrimonio compró en 1984 y rehabilitó durante 17 años hasta convertirlo en la obra emblemática del escultor: una gran obra de arte que alberga en sí misma, al aire libre, una importante selección de obras de Chillida, además de fomentar el estudio del artista al público general y especializado. Se trata de 12 hectáreas de jardines y bosques, en las inmediaciones de Hernani (Gipuzkoa), que albergan 40 esculturas, como Buscando la luz, Lotura XXXII o Estela V. En Chillida Leku está permitido tocar las piezas, lo que no solo enriquece la visita del público sino que le da su verdadero sentido, pues la experiencia de la obra de Chillida solo se completa si se pueden oler de cerca las obras, si se pueden acariciar y examinar las distintas texturas que ofrece cada material.

El centenario quiere destacar la obra pública del escultor y su papel como “creador de lugares”, lugares de encuentro

El Chillida Leku cerró en 2011 debido a los problemas económicos del museo y al consiguiente cese del acuerdo, establecido desde el año 2000 con el Ministerio de Cultura, para su gestión como institución dedicada en exclusiva al artista vasco. En abril de 2019, tras una nueva negociación, Chillida Leku reabrió sus puertas, esta vez siguiendo una gestión privada capitaneada por los galeristas suizos Hauser & Wirth, únicos representantes de la obra del escultor.

Compromiso con lo público

A veces sucede que, concentrando tanto este tipo de eventos las oportunidades para visitar y conocer la obra del o de la artista conmemorada, una vez echado el cierre de estos, decae el interés por el personaje. No es el caso de Chillida. Bajo el lema Eduardo Chillida 100 años. Lugar de encuentro, el centenario quiere destacar la obra pública del escultor y su papel como “creador de lugares”, lugares de encuentro. 45 de sus piezas están presentes en ciudades como Donostia-San Sebastián, Madrid, Valladolid, Palma de Mallorca, Barcelona, Berlín, Frankfurt, Helsinki, Dallas o Washington.

El artista buscó durante toda su vida el acceso de la mayor cantidad posible de visitantes a su obra, promoviendo su instalación en museos y espacios públicos. Paseando por la calle, los ciudadanos se pueden deleitar, sin la necesidad de entrar en ningún museo, con numerosas de sus piezas. Para recorrer brevísimamente varias de ellas, citaremos, además del famoso Peine del viento, instalado en la playa de La Concha de San Sebastián, Lo profundo es el aire (tomado de un verso de Jorge Guillén, gran amigo del escultor), en la calle Cadenas de San Gregorio de Valladolid; Elogio del agua (1987), en el parque de la Creueta del Coll, Barcelona; Berlín (2000) en la entrada de la Cancillería Federal en Berlín; De música, Dallas XV (1989), frente al Centro Sinfónico Morton H., Meyerson (Dallas, Estados Unidos); Monumento a la tolerancia (1992), en el Muelle de la Sal, Sevilla; o Lugar de encuentros II (1971), en la Plaza del Rey, Madrid.

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    Con perdón de Antoni Tàpies, quien el pasado 13 de diciembre haría 100 años de su nacimiento, y al que el Museo Reina Sofía dedicará este año una exposición.