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Manuel Cirauqui: “Salir del arte por la vía del arte”

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Michaux

Henri Michaux, Sin título, 1980. Colección particular © Archives Henri Michaux, VEGAP, Bilbao, 2018

Arantxa Romero: Antes de ahondar en el universo de Henri Michaux y sus viajes por “El otro lado” a propósito de la exposición que has comisariado en el Guggenheim, me gustaría que habláramos de tu trayectoria curatorial, así como de algunos de los puntos de discusión en torno al propio comisariar. Desde enero de 2016 ejerces como comisario del Guggenheim de Bilbao, donde has presentado las exposiciones Anni Albers. Tocar la vista, El arte y el espacio, y Henri Michaux. El otro lado. Antes fuiste curador asistente en Dia Art Foundation –donde comisariaste, entre otras cosas, Allora & Calzadilla: Puerto Rican Light (Cueva Vientos) con Yasmil Raymond– y en el Jeu de Paume –donde trabajaste en la retrospectiva de Jordi Colomer, Fuegogratis–. Al mismo tiempo, tus textos han aparecido en publicaciones nacionales e internacionales, has dado clases de curaduría en Rhode Island School of Design, y has realizado proyectos independientes como la exposición Una guerra silenciosa e imposible de Iván Navarro en CA660, Santiago de Chile (2015) o, últimamente, el ambicioso proyecto Artaud 1936 en el Museo Tamayo de la Ciudad de México. ¿Qué puntos clave han marcado tu posición como comisario y crítico?

Manuel Cirauqui: Es una pregunta casi infinita y quizá mi breve trayectoria no merezca tantas reflexiones. Tuve una formación filosófica y al mismo tiempo me interesaban mucho las artes en general, hasta los 20 años practicaba fotografía, pintura, poesía, con ingenuidad y ambiciones que hoy evidentemente me parecen embarazosas y ridículas, sobre todo por los resultados; aunque supongo que todo fue instructivo.

A fuerza de dispersarme y de probar cosas me di cuenta de que todas esas prácticas (sin saber muy bien a dónde iban y sin tener grandes nociones de lo que estaba haciendo) me abrían posibilidades de trabajo y que la única manera de reunir todas esas posibilidades en algo que tuviera sentido era la escritura crítica. Empecé a urdir lo que podrían llamarse ensayos o textos de estética, la cual me interesaba como discurso más que el de la historia del arte. Hoy en día me interesa mucho más esta que la filosofía del arte, pero en ese momento pensaba con Adorno, Benjamin y Lucaks, mucho más que con Focillon o Semper. Sin duda cada lectura facilitó la siguiente. A partir de ahí empecé a escribir, aunando aquella reflexión plástica con cierta poiesis o poética de la crítica de arte, que es el punto ciego de aquellos historiadores del arte que quizás no tienen un gusto por lo literario.…

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