“Ese vacío que siento lo puedo casi palpar con la punta de los dedos”
Hace solo unas semanas que Erwin Olaf (Hilversum, 1959) nos dejó. Aún no me hago a la idea. Estaba lleno de proyectos y muy animado porque al final se iba a someter a la tan deseada operación de trasplante de pulmón. Era consciente del peligro que ello entrañaba, pero en los últimos años se encontraba físicamente muy mermado por un enfisema pulmonar hereditario. Y cuando uno conoce a Erwin, una persona tan activa y tremendamente creativa, esa situación era difícil de sobrellevar. De hecho, en los últimos años ya el médico le había prohibido viajar a sus exposiciones. También le había recomendado vivir en un clima más benigno para aliviar sus problemas respiratorios. Así es que desde hace unos años parte del tiempo vivía en Mallorca.
Esta entrevista fue realizada mientras Erwin estaba ingresado en una clínica de Groninga unos días antes de ser intervenido a finales de junio. Lo curioso es que a pesar de trabajar con Erwin desde el año 2003, nunca le había entrevistado. Pensé que la exposición Erwin Olaf: un mundo que desvanece (El fracaso de los pequeños y grandes relatos en el siglo XXI) en el Centro Niemeyer de Avilés presentaba una magnífica oportunidad para indagar en ciertos aspectos que han venido caracterizando su obra y, sobre todo, en ese cambio radical que experimentaría a partir del año 2003 que nos devuelve a un Olaf mucho más intimista, melancólico y ácido. Es una pena que aún ciertas personas sigan ancladas en la imagen agresiva, confrontadora, impactante de los 80 y los 90. Aquella etapa fue necesaria y expresaba de una manera muy directa la rabia y el enfado que Erwin llevaba dentro con respecto a temas aún irresueltos en nuestra sociedad relacionados con la identidad, el género, el racismo o la libertad de expresión.
A continuación figura el intercambio de lo que sería su última entrevista
La selección de aproximadamente ochenta fotografías, vídeos y videoinstalaciones realizadas a partir del año 2000 seleccionadas para el complicado espacio del Centro Niemeyer reflejan de manera extraordinaria la progresiva alienación e incomunicación del ser humano en la metrópolis del siglo XXI bajo el peso de los tabúes y las convenciones sociales. La obra de Erwin Olaf se había vuelto cada vez más sofisticada en forma y fondo, tratando temas fundamentales como el fracaso de esa gran narrativa que es el neo-liberalismo, cuyas estructuras como la familia, la pandilla, la iglesia, la universidad o el parlamento se han ido desvaneciendo, dejando al ciudadano huérfano y desorientado.…
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