Llego a la Sala Alcalá 31 y Guillermo Mora (Alcalá de Henares, 1980) me espera de pie, a la entrada de la exposición, enmarcado dentro de la monumental obra site-specific que ha construido para Un puente donde quedarse. Durante hora y media deambulamos en zig-zag y seguimos recorridos aleatorios en los que nos vamos encontrando con coloridas piezas que se revelan desde techo, pared y suelo. Nos sumergimos en el ecosistema que Mora ha ido creando a lo largo de veinte años y que nos invita a hablar de la tridimensionalidad de la pintura, de límites y tensiones, de la mutabilidad del arte y proyectos futuros.
Marina Avia Estrada: En tu última y más ambiciosa exposición hasta la fecha, Un puente donde quedarse —comisariada por Pia Ogea—, tienes una obra site-specific que comparte título con la muestra. ¿Cómo ha influido la arquitectura de la Sala Alcalá 31 en tus procesos creativos? ¿Qué desarrollos has experimentado?
Guillermo Mora: Cuando Pia contactó conmigo me comunicó que quería un proyecto de pintura desde el que abordar lo pictórico a través una perspectiva diferente, que tomase forma de site-specific. Alcalá 31 es un lugar complejo, concebido como una arquitectura del poder; es un edificio diseñado por Antonio Palacios para ser la sede del Banco Mercantil e Industrial, que posteriormente pasó a alojar oficinas de la Comunidad de Madrid y desde hace 20 años funciona como sala de exposiciones. Por eso no queríamos que mi intervención se convirtiera en una lucha contra el espacio, si no en todo lo contrario. Si peleas contra Alcalá 31, es muy probable salir perdiendo.
Después de un largo proceso, conseguí crear una hermandad con el espacio. Comencé realizando una serie de dibujos y también pintando directamente sobre fotografías de la sala. De entre todos ellos, destacó uno que era una línea que cruzaba el espacio de lado a lado uniendo dos columnas y formando un marco seccionado. Y ese simple gesto fue la chispa que dio luz al proyecto. Posteriormente vino la maqueta, que me ayudó a trasladar los bocetos a un elemento tridimensional y a entender la propuesta como un todo en el espacio, una realidad que podía convivir perfectamente con las obras a exponer. Me interesaba que la instalación central se expandiese de izquierda a derecha y de abajo a arriba, ascendiendo hasta la bóveda, marcando su verticalidad. Este “ascenso” se contrapone con el “descenso” de las piezas.…
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