Tras la mesa de despacho, la niña está sentada en una butaca. Llega su abuela, la terrible abogada Patty Hewes –en el cuerpo de Glenn Close–, y le pide que se levante. No obedece. Patty eleva la voz: no está acostumbrada a que le lleven la contraria. La niña no se inmuta. Patty grita y la niña se convierte en Ellen Parsons, la abogada treintañera, la discípula descarriada, con un hilo de sangre en el cuello, muerta en vida, con voz todavía infantil. Patty, sobresaltada, se despierta.
Algunas de las escenas más inquietantes de terror serial de los últimos años duran apenas unos segundos y son pesadillas. Los Soprano, Mad Men o la propia Daños y perjuicios recurren a la fabulación de los miedos de sus protagonistas, a su traducción en escenas audiovisuales. Lo mismo ocurre con ciertas fantasías eróticas inconfesables: en True Blood, el trío entre Sookie, Eric y Bill es un sueño húmedo de ella; y en Dos metros bajo tierra, la enfermiza relación que une a Brenda con su hermano Billy se transforma en un beso con lengua que sólo puede ser soñado. Tanto si se trata de representar el pavor íntimo como si lo que se pretende es confesar la intimidad secreta, la convención dicta que no se revele que el personaje está dormido, que la ficción dentro de la ficción sólo se evidencie cuando veamos abrirse sus ojos y, en su mirada, el rastro de la extrañeza. Porque sea Eros o Thanatos la causa de la pesadilla, su efecto es siempre el mismo: la irrupción de lo no familiar, de lo extraño, una descarga de intranquilidad exclusivamente individual. Aunque esos mismos personajes, sobre todo si son abogados, en la vigilia se estén enfrentando a problemas sociales y por tanto colectivos, particularmente: los estragos de la crisis económica global.
En el género de terror predomina la amenaza a unas cuantas personas, la pequeña comunidad en peligro, en detrimento de la catástrofe masiva, el apocalipsis, que es más propio del relato religioso y de la ciencia-ficción. La excepción posible sería la invasión zombi, que es siempre expansiva, pero no en vano en nuestros tiempos se acostumbra a vincular con un experimento científico. Al final de la primera temporada de The Walking Dead ese grupo de peregrinos de la nada, ese escuadrón de pioneros que en vez de enfrentarse a indios y al desierto se las ve con catervas de muertos vivientes, llega a la zona de seguridad del CDC en busca de una cura.…
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