Cuando era pequeña y no me podía dormir, cerraba los ojos y soñaba que mi cama era una jangada, una balsa que bajaba por un río tumultuoso, a la deriva. Imposible de controlar el rústico timón de madera. Una niña abandonada a la fuerza de los elementos, entre piedras y remolinos que no acababan de tumbar una balsa de troncos de madera. Me agarraba a la almohada como si fuese un gran salvavidas, mi única esperanza. Así me atrapaba el sueño y al despertar por la mañana mi cama era lo que quedaba de un naufragio salvaje. Nunca lo hablé con nadie, porque no era ni siquiera un sueño. Los sueños vienen después de no ser ya nosotros, de no estar aquí, sino en otro lugar. Tal vez esa sea la otra vida, la que vivimos en sueños. Sobre sueños y naufragios la vida nos enseña mucho, posiblemente más que navegar en un barco velero buscando los confines del mundo. Luis González Palma nos habla de ese lugar donde la tierra da la vuelta y se encuentra de cara con su reverso, no simplemente la muerte, sino otra vida, otra historia llena de leyendas y de cuentos, de misterio y de engaño. Es decir, allí donde vive la magia. Es la suya una búsqueda interior recorriendo hacia atrás el camino que nos trajo desde la infancia hasta donde sea que en este momento estemos, realmente muy cerca de la muerte. Para ese viaje, González Palma, elige dos vehículos a la vez: el barco velero, símbolo de aventuras y misterios, y la cama. Unas camas grandes a medio deshacer, un mar de sábanas y de sueños que, como aquel barco de la canción, se llama libertad. La libertad de cerrar los ojos y ver el mar, las playas o los ríos salvajes: la libertad de volver a ser niños y sobrevivir haciendo de las camas nuestra isla, nuestro refugio, ese barquito en el que estamos todos seguros. La cama es el barco en el que cruzamos los mares, a veces tranquilos y a veces terribles, de los sueños, de los que al despertar estamos todos despeinados y abrazados a la almohada como los náufragos de las novelas de piratas. Estas imágenes de la serie Ara Solis, de 2010, nos hablan de una nostálgica libertad y, a mí particularmente, del recuerdo de una infancia presidida por un pequeño barco dentro de una botellita que alguien, no sé quién, me regalaría.…
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