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Ser un chico

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Collier Schorr. New Emotions, 2000. Courtesy of the artist, Stuart Shave-Modern Art, London and 303 Gallery, New York.

Para la cultura patriarcal, los chicos no son objetos de amor. Aunque el sexismo siempre les ha otorgado un mayor estatus a los chicos que a las chicas, ese estatus o incluso las recompensas que se derivan del privilegio no son equivalentes a ser amado. La agresión patriarcal a la vida emocional de los chicos empieza cuando nacen. Al contrario que en la mitología sexista, en el mundo real de los y las bebés, los bebés varones se expresan más. Lloran más alto y durante más tiempo. Llegan al mundo con el deseo de ser vistos y oídos. La peor manifestación del pensamiento sexista hace que muchos padres dejen a sus hijos llorar sin consuelo porque temen que si los cogen en brazos demasiado, si los consuelan demasiado, se vuelvan unos blandengues de mayores. Por suerte, hemos roto lo suficiente con los rígidos patrones sexistas para que los padres y madres conscientes rechacen esta lógica errónea y les den a sus hijos el mismo consuelo que les darían a sus hijas.

En los últimos años, los investigadores que trabajan para fomentar la vida emocional de los chicos han comprobado que la cultura patriarcal influye a los padres y les lleva a devaluar el desarrollo emocional de sus hijos. Como es natural, este menosprecio afecta la capacidad de los niños de amar y ser cariñosos. Dan Kindlon y Michael Thompson, autores de Educando a Cain: cómo proteger la vida emocional del varón, subrayan que su investigación muestra que los niños son libres de expresar sus emociones en su más tierna infancia porque aún no han aprendido a temer y odiar expresando dependencia: «Todos los niños, incluidos los varones, llegan a este mundo con el deseo de dar y recibir amor de sus padres. Cuarenta años de investigación sobre el apego emocional muestran que sin él, lo niños mueren o sufren un daño emocional grave». A pesar de estas percepciones tan poderosas, no hablan del efecto del patriarcado. No les dicen a los lectores que para proteger la vida emocional de los niños tenemos que decirles la verdad sobre el poder del patriarcado. Tenemos que atrevernos a enfrentarnos a la ceguera que nos produce el pensamiento patriarcal, que nos impide ver que las vidas emocionales de los niños no pueden respetarse del todo mientras prevalezcan nociones como la masculinidad patriarcal. No podemos enseñarles a los niños que los «hombres de verdad» o no sienten o no expresan sus sentimientos y esperar que se encuentren cómodos a la hora de relacionarse con sus emociones.…

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