En Betania, seis días antes de la fiesta de Pascua, las hermanas Marta y María dieron una cena en honor a Jesús, que (según nos cuentan los Evangelios) había resucitado al hermano de ambas de entre los muertos. Mientras Marta trabajaba en la cocina, María se sentó a los pies de su invitado para escuchar sus palabras. Abrumada por los muchos quehaceres, Marta solicitó la ayuda de su hermana. “Marta, Marta”, dijo Jesús. “Te inquietas y te azoras atendiendo a tantas cosas, cuando una sola es necesaria; con razón María escogió para sí la mejor parte, la cual no le será quitada”.
El episodio de la casa de Betania proyecta su larga sombra a través de los muchos siglos, cristianos y no cristianos por igual, que lo separan de nosotros, dividiendo a aquéllos que atienden a las tareas domésticas cotidianas de aquéllos a quienes se atiende porque sus ocupaciones se desarrollan en un plano más elevado. Al principio se interpretaba como una dicotomía espiritual -entre la vida activa y la contemplativa, entre acumular tesoros en el mundo venidero o hacerlo en éstepero pronto llegó a interpretarse (o a malinterpretarse) como una división entre aquéllos a quienes el privilegio sentaba a los pies del poder divino y aquéllos a quienes tocaba ocuparse de los fogones del mundo. Jorge Manrique, en el siglo XV, reconoció que sólo la muerte igualaría un mundo dividido entre “los que viven por sus manos / e los ricos”.
Jorge Manrique, en el siglo XV, reconoció que sólo la muerte igualaría un mundo dividido
Se exalta a María en las múltiples formas que asume: príncipes y potentados, sabios y místicos, sacerdotes y figuras heroicas, todos aquellos a quienes el destino ha adjudicado “la mejor parte”. Pero Marta nunca está ausente. Acompañando a los faraones en sus suntuosas últimas moradas, rodeando a los emperadores chinos mientras recorren la espléndida extensión de un rollo de bambú, incrustada en los mosaicos de los pompeyanos acaudalados, continuando con su discreta vida al fondo de una Anunciación, sirviendo vino en el banquete de Belshazzar, semiescondida en capiteles de columnas de iglesias románicas, enmarcando a un dios sentado en una puerta tallada de los dogon, Marta persevera en su tarea cotidiana de proporcionar comida, bebida y cierto grado de consuelo. W. H. Auden, en su poema “Musée des Beaux Arts”, menciona esta vida laboriosa que sigue desarrollándose en torno al “mejor arte” y observa lo siguiente:
…“En el Ícaro de Brueghel, por ejemplo:
[cómo se aparta todo
Sin prisas del desastre; puede que el labrador
Oyera el chapuzón, el grito desolado,
Pero para él no era un fracaso importante;
[el sol brillaba
Como debía sobre las blancas piernas que
[desaparecían en las verdes
Aguas; y el caro y delicado barco que ha
[debido de ver
Algo asombroso, un muchacho cayendo
[del cielo,
Tenía adonde ir y siguió navegando con
[calma.”
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