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Problema(s) masculino(s): otra vez el mismo déjà vu

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Laura Stevens. 24 January, I, him series, 2017. Courtesy of the artist.

Que esté escribiendo sobre el problema masculino o, mejor dicho, los problemas masculinos, en pleno apogeo del #MeToo o durante el espectáculo lamentable de la audiencia de confirmación del candidato al Tribunal Supremo Brett Kavanaugh y el testimonio de la mujer que lo acusa de abuso sexual que tuvo lugar la semana pasada resulta propicio. Es propicio porque, aunque hace más de 20 años que escribí el libro Male Trouble: A Crisis in Representation, parece que los problemas masculinos nunca desaparecen (como tampoco lo hacen sus distintas crisis), y siempre son temas oportunos para el comentario feminista. Por desgracia, y como tristemente revela la audiencia de Kavanaugh, los problemas masculinos no se pueden separar de los de las mujeres, aunque no sean para nada los mismos (pensemos en los derechos reproductivos, la mutilación genital, los matrimonios forzados, los crímenes de honor, la quema de viudas, los equilibrios de sueldo y de poder y, por supuesto, las violaciones y otros tipos de violencia sexual).

Male Trouble, sin embargo, y a pesar del título, no iba sobre los hombres. En realidad trataba sobre la masculinidad, y más concretamente sobre las imágenes que la representan en la pintura y la escultura de finales del siglo XVIII y principios de XIX en Francia. Además, como especificaba el título, mis cuestiones, análisis y especulaciones versaban sobre el tema de la representación visual y sus complejas relaciones con lo social, lo político y lo psicológico en un lugar y una época determinados. Así que a pesar de que las obras que aparecen en el libro históricamente han planteado cuestiones sobre el diminuto tamaño de los genitales masculinos en la escultura clásica y la pintura histórica francesa (entre otros temas de los que rara vez se habla), lo que me interesaba especialmente era lo que la académica Tania Modleski denominó de forma memorable «la diferencia sexual sin mujeres» . Según lo que me tomé como una de sus percepciones, aunque se proscriba a las mujeres del espacio social y político (como ocurrió en Francia en 1793), se puede apreciar la diferencia en las creaciones completamente masculinas (o masculinistas). En el contexto particular del periodo de la Revolución francesa y a pesar de todos los discursos oficiales que celebraban la masculinidad viril, marcial y heroica, los artistas producían decenas de representaciones de adolescentes lánguidos, pasivos y claramente afeminados. Esta observación me hizo llegar a la conclusión de que, en el espectro abstracto de la masculinidad, existen versiones «blandas» (por ejemplo, el Endimión dormido) y también «duras» (por ejemplo el musculoso Hércules), prototipos que surgieron en el arte griego en el siglo V a.…

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