post_type:texto_central
Array ( [0] => 94661 [1] => 94662 [2] => 94663 [3] => 94664 [4] => 94665 [5] => 94666 [6] => 94667 [7] => 94668 [8] => 94669 [9] => 94670 [10] => 94671 [11] => 94672 ) 1
size_articulos_ids: 12
Current ID: 94661
Current pos: 0
Articulo anterior: La ideología de las cosas
Articulo siguiente: Mathieu Pernot
prevID: 94660
nextID: 94662
anterior

Prisiones

siguiente
Cristina Lucas. The Eye, 2005. Courtesy of the artist.

Las paredes desconchadas y con manchas de humedad de una galería abandonada de cuatro plantas, la baja más otras tres que se abren a ésta en balcones corridos, están llenas de pintadas, firmas apenas reconocibles de graffiteros que han querido dejar su testimonio, documentos espontáneos de su presencia que han tapado a otros con más historia. “Yo estuve antes aquí”, parecen querer decir al visitante aventurero que se ha atrevido a adentrarse en el edificio para tomar unas fotografías. “Llevo aquí más de diez años”, podía decir alguno de los otros. Visitante aventurero, sí, porque ahora, como antes de dejar de estar en uso, podía ser peligroso: entrar para no salir. A muchos les sucedió: entraron para ya nunca salir y sus fantasmas quedaron prisioneros sin posibilidad de huida, vigilados, aunque ya nadie lo hacía, por lo menos allí.

Se levantaron los muros y se construyeron estos pabellones que ahora se ven abandonados a través del objetivo de Cristina Lucas

La galería, el pabellón vacío formaba parte de una antigua cárcel: ese es el secreto que esconden las imágenes, lo que provocaba la sospecha, la duda sobre lo que se estaba viendo, aquellas ruinas inciertas, y aquello que el título sólo deja intuir porque huye de lo concreto y busca lo general, Ojo y Brazo. Parecería que una, ésta valdría por todas. Sin embargo, aunque no haga falta saberlo para comprender las imágenes, esa ruina que ha quedado registrada en las fotografías tiene su historia. Es la cárcel de Carabanchel, aquella que se construyó en las afueras de Madrid –todavía eran las afueras, el desarrollo de la ciudad vendría más tarde– después de la Guerra Civil porque las otras estaban llenas o habían sido destruidas. La Modelo, que cuando se edificó se pensó para eso, servir como ejemplo para las siguientes, tuvo que ser derruida porque se encontró en uno de los frentes más crueles, sino lo fueron todos, de la guerra: el de la Ciudad Universitaria. Cuando ésta acabó, había demasiadas personas que tenían que ser encerradas, todos, al final, eran sospechosos, y se hizo necesario este edificio para albergar a la oposición, a aquellos que se enfrentaban al nuevo régimen impuesto de forma brutal, y también a los que no encajaban, a los que se escapaban de las normas, de la regla que pasó a dominar. Se levantaron los muros y se construyeron estos pabellones que ahora se ven abandonados a través del objetivo de Cristina Lucas, otros ojos que van más allá de ese central que controlaba para intentar comprender y hacernos comprender lo que aquello significaba o significa aún.…

Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO

Suscríbete