No he dejado de pensar en el océano en los últimos años. Algunos días, pensaba en él tal cual lo conocemos: azul, profundo, complejo, lleno de secretos y misterios. Otras veces, el océano me parecía la única cuestión filosófica que merecía la pena abordar. ¿Por qué? Porque, en teoría, no deberíamos estar ahí. No podemos ni respirar, ni beber de su agua ni nadar durante mucho tiempo sin desaparecer… Algunas de las notas siguientes intentan dar cuenta de mi investigación: el ejercicio continuo de buscar una forma de relación, un vínculo, un lugar, un argumento y una acción desarrollada por el océano y no por nosotros.
El poema
I.
¿Cuál es la función del océano? Imponer un ritmo a todo el desconcierto y la confusión que reinan en nuestro interior. Imagina el océano como la fuente de un nuevo sentimiento de identidad. Imagínate diciendo “¡Nosotros, océano!”. El océano es la sustancia que nos permite pasar de la experiencia colonial —de sus violentos abusos y su injusticia estructural, así como de la existencia poscolonial— al cuartel general de la búsqueda poshumana de una ética mundial para alcanzar una comprensión distinta de la política y la economía.
II.
Nuestro mayor problema es que no sabemos formular las preguntas pertinentes… ¿Les interesa a las montañas hacer montañismo? ¿Nos damos cuenta los humanos de que nos apropiamos de las montañas para acceder a la “época monumental” de la Tierra? ¿Para poder erigirnos junto a las fuerzas geológicas? Mientras tanto, abusamos de esa asimetría perforando la tierra y explotando sus minas, derritiendo y contaminando su carne porque las rocas no sienten. Sí que sienten.
Los océanos abrigan opiniones. Sus corrientes hacen preguntas, cultivan la virtud salvaje de la curiosidad
III.
Convierte en un mantra esta frase de Coleridge, fúndela con tu alien-to: “Había hielo aquí y allí, / había hielo por doquier”. Los polos son el sitio donde se revela la naturaleza; donde la propia humanidad desciende a la locura y a la violencia; donde el sueño de dominio universal fracasa de manera estrepitosa.
¡Piensa!: ¿es el deshielo una reacción mecánica o es, en realidad, una colaboración activa de las regiones polares para destruir la vida y a nosotros con ella? ¿Ves cuál es el problema?
IV.
Si los polos se estuvieran derritiendo por voluntad propia, la subida del nivel del mar podría entenderse como un metodológico acto de cortesía entre el hielo y los mares, como el máximo ejercicio de la buena educación entre los agentes activos del clima y la vida planetaria.…
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