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Pixarcrip: cuerpos múltiples, respons-habilidades anti-capacitistas y parentescos inesperados

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Ángela de la Cruz. Large than Life, 2004. Foto: cortesía de Ángela de la Cruz Studio

En Buscando a Nemo, la lección más valiosa que aprende Nemo no es ‘Sé tú mismo’ o ‘Persigue tus sueños’, sino que, como Ginger en Chicken Run, aprende a pensar con los demás y a trabajar por un futuro más colectivo.

Jack Halberstam, El arte queer del fracaso.

Preludio. Cuerpo, idealización y fantasía.

Referirse a las diferencias en-y-entre los cuerpos implica generalmente desigualdad. Es un hecho que vivimos en sociedades donde pocas personas quieren ser, por ejemplo, discapacitadas. Y es que la discapacidad no es una simple “diferencia”, sino ante todo una diferenciación estructurada por una matriz capacitista que designa formas de vida precarizadas, al encontrarse desplazadas del horizonte de lo posible.

Hemos aprendido a lamentar las variaciones corporales. Deseamos cuerpos funcionales, sanos, optimistas, autosuficientes, fuertes, “completitos y con sus facultades mentales bien”. Es decir, la matriz capacitista elabora un vínculo de sentires que orienta prácticas, imágenes, vivencias y aspiraciones hacia el cuerpo normal (estandarizado y uniforme) como una experiencia que monopoliza nuestro sentido común, en el que parece no haber alternativas para corporalidades que interrumpen las idealizaciones normativas del capacitismo.

Las idealizaciones involucran la materialidad de los cuerpos; no son neutras, pues responden a determinadas condiciones históricas de posibilidad. Las idealizaciones no son “ideas abstractas” sino ideales regulatorios que pesan y hacen sentir su pesar (su carga) sobre cómo deberían ser los cuerpos, produciendo y encauzando nuestras sensaciones, zonas de contacto (proximidad/distanciamiento) y tonalidades afectivas.

Por tales motivos, resulta pertinente preguntar sobre las asociaciones entre idealización y corporalidad; si aceptamos que la idealización capacitista del cuerpo persigue el control material de la realidad, entonces la discapacidad deja entrever un potencial transformador sobre el cuerpo y sus posibilidades, dado que su existencia disputa lo que la realidad obligatoria ansía dejar fuera o hacer sentir fuera de lugar.

Dadas las circunstancias quiero invitar a movernos al terreno de la fantasía. Judith Butler enfatiza que la anulación de la fantasía asegura una sentencia de muerte a poblaciones precarizadas cuando se les convence que el mundo no puede ser de otra manera (carácter concluyente de la realidad), dado que se expropia la habilidad crítica de imaginarse en un mundo que no tiene por qué ser como es. Así que la virtud de la fantasía permite imaginarnos de manera diferente y entrar en contacto con escenarios que son anulados o devaluados al ser calificados de irreales o imposibles.

Todos-todas exigimos una vida vivible y habitable.

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