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Pintura de historia

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David

Eleanor Antin. The Artist’s Studio, The Last Days of Pompeii series, 2001. Courtesy of the artist and Ronald Feldman Fine Arts.

En 1791, Jacques-Louis David hacía público en el Salón de París un gran dibujo que representaba uno de los acontecimientos fundamentales de la Revolución francesa: el Juramento del Juego de Pelota del 20 de junio de 1789. Un hecho que se considero el detonante de todo lo que vino después. Los diputados del Tercer Estado se habían retirado a un edificio cercano al Palacio de Versalles, donde el rey Luis XVI había convocado los Estados Generales ante la crisis que vivía Francia, y habían prometido no abandonar su encierro hasta que se aprobara el establecimiento de una Constitución para el país. A ellos se habían unido bastantes miembros del clero, que formaba el Segundo Estado, y muy pocos, sólo dos, del Primer Estado, compuesto por la aristocracia, que temía perder sus privilegios. Finalmente, y debido a su resistencia y a que cada vez tenían más apoyos, incluso entre los nobles, Luis XVI tuvo que capitular y aceptó la institución de una Asamblea Nacional Constituyente como se habían proclamado a sí mismos. Días después se produciría la Toma de la Bastilla, símbolo del triunfo de las ideas revolucionarias.

El dibujo de David era el boceto preparatorio para un cuadro que nunca llegó a realizarse. Se trataba de un proyecto que había pensado el artista sin que nadie se lo encargara –ya no dependía de los caprichos del monarca o de los de su familia, no necesitaba acatar las comisiones y las normas de la Academia–, y que el Club Jacobino –al que pertenecía y del que llegaría a ser presidente poco después, muy poco después, cuando empezó a radicalizarse para terminar siendo el soporte de ese régimen sangriento de la guillotina que dirigía Maximilien Robespierre–, había asumido como propio, estableciendo un sistema de suscripción que ayudaría a sufragar los gastos, aunque no tuvo el éxito esperado y la cifra que se consideró no fue alcanzada. Las críticas tampoco fueron buenas. Había fallos en la composición y en las figuras, sin duda, pero era un esbozo, no estaba acabado. Sin embargo, los reparos que le pusieron escondían otro motivo. Tenían más que ver con algunos de los personajes retratados y el ambiente político de ese momento, que con la calidad artística del dibujo. Muchos de los que habían participado en ese Juramento del Juego de Pelota, habían empezado a ser cuestionados, ya no eran considerados héroes. Algunos incluso eran juzgados cómplices del monarca, traidores a la causa revolucionaria.

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