La política del terror
Hace veinte años, cuando escribí The Monster Show: A Cultural History of Horror, la idea de que se podría describir el entretenimiento del terror como algo “cultural”, o incluso que las películas de monstruos podrían representar algo más que una simple evasión mental, suponía un planteamiento innovador para muchos lectores. Películas como Drácula y Frankenstein ni siquiera estaban indexadas en las historias estándar del cine. La Academia aún no había descubierto a Buffy, Cazavampiros. Personalmente, nunca pensé que un no-académico como yo sería invitado a dar una charla sobre monstruos en el Louvre, o que daría clases universitarias sobre mi libro en escuelas tan prestigiosas como el Trinity College de Dublín.
A medida que los monstruos se han vuelto más visibles, se han escapado, salido y deslizado de su anterior encierro categórico y metamorfoseado en una metáfora socio-política; un desarrollo agravado por la extrema polarización política americana que ha marcado y perjudicado la presidencia de Barack Obama. Los enemigos políticos siempre se han demonizado unos a otros, pero en 2012 el discurso invoca demonios de verdad, o por lo menos busca hacerlos reales.
La tendencia no empezó con la presidencia de Obama, sino, en realidad, cuando se publicó por primera vez The Monster Show. Al caer las elecciones de noviembre de América a una semana de Halloween, no debería sorprendernos que los caricaturistas políticos sometieran a los candidatos a cargos electivos a sátiras en las que aparecían como extravagantes monstruos de Halloween. Una de mis favoritas es la representación del candidato independiente a presidente Ross Perot como Drácula advirtiendo en 1992 del “gran ruido de succión”*que provocaba el flujo de trabajos hacia el extranjero. En la viñeta, el dibujante convierte ingeniosamente las orejas sobresalientes del candidato en alas de murciélago. En la recta final de la legislatura de George W. Bush, se difundió un cartel popular de izquierdas en el que se retrataba, de un modo similar, a Bush como un vampiro voraz con los colmillos descubiertos sobre el cuello revestido en cobre de la Estatua de la Libertad. Durante la carrera presidencial de este año, la campaña de Obama aprobó una serie de anuncios de televisión en los que se enfocaba a gente en paro, desplazada por la agresiva incursión corporativa de las fábricas de su rival Mitt Romney y la subsiguiente externalización de puestos de trabajo, como si les hubiera desangrado “como un vampiro”.…
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