Cada fotografía contiene la huella de su fracaso, la imposibilidad de la tarea de representación “fiel” y “auténtica” que hemos asignado al medio y en la que nos obstinamos pese a saber de su futilidad. Con independencia de su perfección técnica, del cuidado que se ponga en el encuadre, de la belleza de su protagonista, de la precaución con que se trabaje en el cuarto oscuro o se manejen los programas de edición, las fotografías tienden a quedarse cortas o a resultar excesivas. Así ocurre, sobre todo, con las aproximaciones de las personas negras a este medio. Además, desde su creación hacia la década de 1830, la fotografía ha constituido, por lo general, un espacio de violencia o un intento esperanzado de contrarrestar la violencia de la captura, el encarcelamiento, la repetición y la fijeza. Fracasa sin remedio.
De lejos, parecen fragmentos cerámicos con textura abstracta, pero, si se observan con detenimiento, puede apreciarse el rostro de la artista
Familiar Stranger (Lo extraño familiar), la nueva obra de la fotógrafa Erica Deeman, nace de la frustración de la artista con el medio escogido, evidencia un esfuerzo por expandir su propia práctica y un intento por ampliar los límites de lo que hemos permitido que sea la fotografía. Las obras —una serie de quince esculturas negrísimas, de forma irregular y que miden en torno a 11,5 por 9 cm— flotan en sencillas cajas expositoras blancas. De lejos, parecen fragmentos cerámicos con textura abstracta, pero, si se observan con detenimiento, puede apreciarse el rostro de la artista. Las estriaciones de su piel y la topografía de su pelo se combinan para revelar una geografía íntima de la feminidad de la mujer negra. La transustanciación de la fotografía en escultura muestra asimismo las marcas dejadas por las huellas dactilares de Deeman. Las señales de la labor artística, que suelen quedar atenuadas e incluso invisibilizadas en la imagen fotográfica final, se hacen patentes aquí en una fotografía encarnada en un relieve tridimensional.
Familiar Stranger expresa exasperación con la arrogancia y las insuficiencias de la fotografía y rechaza sus violencias al tiempo que explora el “inconsciente óptico” del medio, es decir, lo “nuevo y lo extraño”, los “sueños diurnos” que no se aprecian a simple vista pero que la cámara puede volver descifrables. Las obras de Familiar Stranger empiezan como autorretratos fotográficos en blanco y negro que después Deeman convierte en moldes mediante una impresora 3D.…
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