Una muchedumbre anónima rodea nuestra existencia. Como individuos nos sentimos perdidos, asfixiados e impulsados a buscar la divergencia. Los procesos individualizadores han facilitado la descarga de la angustia vital.
El turismo se ha desarrollado como un fenómeno masivo estrechamente relacionado con el ocio y el consumo. Al tiempo que crecía su capacidad lucrativa, aumentaba el nivel de intervención de los poderes fácticos que controlan el mercado y que han generado toda una industria turística, cuya promoción ha dado lugar a la aparición de agencias publicitarias, editoriales, revistas, proveedores de contenidos, periodistas especializados, páginas web, foros…
Se producen millones de imágenes turísticas de muy variada calidad, que pueden ir desde las publicitarias, mucho mejor producidas y dotadas económicamente, hasta las que cuelgan espontáneamente los particulares en las redes sociales. Las fotografías turísticas pueden ser valiosos documentos que nos hablan del imaginario colectivo y de la identidad. No suelen colisionar con la capacidad testimonial ni con un mayor o menor grado de fidelidad a la realidad y como ocurre con la pintura o con otros lenguajes basados en la imagen, el receptor acepta sin problema su nivel de ficción. Ante ellas sucede lo mismo que con la publicidad, la fábrica de sueños, que aunque sabemos que exagera o engaña seguimos atendiéndola.
El turista en su tiempo de ocio, siguiendo los dictados de los medios de comunicación de masas, abandona su residencia habitual y emprende un viaje breve y perfectamente organizado. La ruta, la distribución del tiempo, las dosis de aventura deben estar planificadas y bajo control. Realiza un recorrido clónico, muy similar al realizado por otros, en el que su relación con “lo desconocido” tiene poco de iniciático y mucho de reencuentro con imágenes ya vistas. Sus fotos, más que mostrar lo que vio servirán para demostrar que estuvo allí. La teatralización del Grand Tour. Imágenes ficticias, encaminadas a producir en el retorno un casi siempre interminable y tedioso espectáculo de exhibición entre su círculo privado. Imágenes que evidencian la superficialidad de un transeúnte más interesado en lo que digan los suyos que en conocer a los otros.
Es difícil que la fotografía turística, incluso aunque proceda un sector especializado como el turismo fotográfico, promueva una resistencia individualizadora que escape a las manifestaciones masivas y a los arquetipos establecidos. Claro que existen excepciones, y buen ejemplo de ello son fotógrafos-autores como Xavier Miserach, Carlos Pérez Siquier o Martín Parr, que fotografían el fenómeno.…
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