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Moral del juguete

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Alice Anderson. Still Life, 2006. Courtesy of the arist and Yvon Lambert Gallery, Paris.

Hace muchos años mi madre me llevó de visita a casa de una dama. (…) Me acuerdo claramente de que esta dama iba vestida de terciopelo y pieles. Al cabo de algún tiempo, dijo: “He aquí un muchachito al que quiero darle algo para que se acuerde de mí”. Me cogió de la mano, y atravesamos varias estancias; después abrió la puerta de una habitación que ofrecía un espectáculo extraordinario y verdaderamente maravilloso. Las paredes no se veían, tan cubiertas de juguetes estaban. El techo desaparecía bajo una floración de juguetes que colgaban como maravillosas estalactitas. El suelo apenas ofrecía un estrecho sendero en el que poner los pies. Había allí un mundo de juguetes de todas clases, desde los más caros hasta los más modestos, desde los más simples a los más complicados.

“He aquí, dijo, el tesoro de los niños. Dispongo de un pequeño presupuesto dedicado a ellos, y cuando viene a verme un niño amable, lo traigo aquí para que se lleve un recuerdo de mí. Elige”.

Con esa admirable y luminosa prontitud que caracteriza a los niños, en quienes el deseo, la deliberación y la acción no forman, por así decir, más que una sola facultad, por la que se distinguen de los degenerados hombres, en quienes, por el contrario, la deliberación devora casi todo el tiempo, me apoderé inmediatamente del más bonito, del más caro, del más llamativo, del más vivo, del más extraño de los juguetes. Mi madre protestó por mi indiscreción y se opuso obstinadamente a que me lo llevara. Quería que me contentase con un objeto mediocre. Pero yo no podía permitirlo y, para llegar a un acuerdo, me conformé con un justo medio.

A menudo he fantaseado con la idea de conocer a todos los amables niños que, al haber en la actualidad atravesado una buena parte de la cruel vida, manejan desde hace tiempo otras cosas que no son juguetes, y cuya despreocupada infancia cogió en otro tiempo un recuerdo en el tesoro de la señora.

El juguete es la primera iniciación del niño en el arte, o más bien su primera realización

Esta aventura es la causa de que no pueda detenerme ante una tienda de juguetes, y pasear mis ojos por el inextricable revoltijo de sus curiosas formas y de sus colores disparatados, sin pensar en la dama vestida de terciopelo y pieles, que se me aparece como el Hada de los juguetes.…

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