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Priscilla Monge. Autorretrato con máscara. 2009. Cortesía de la artista

II. Acudí muy temprano al despacho de la vigorosa mujer que era entonces mi jefa, convocada por ella. Discutimos las tareas pendientes de la semana y poco antes de terminar la reunión me pidió que bosquejara una carta de recomendación para un curador sudamericano que se encontraba solicitando una prestigiosa beca de investigación. Sugirió que escribiera sólo la información básica pues ella completaría la carta con argumentos más persuasivos. Esta fue la primera de varias cartas de recomendación que hice para ella en apoyo de hombres jóvenes que destacaron con el tiempo en puestos claves de nuestro campo.

Años después y trabajando en un cargo de mayor jerarquía en otra ciudad me llamó para hacerme una consulta. Aproveché para pedirle una carta de recomendación esta vez para mí, pues quería cambiar de trabajo y había recibido una oferta. Respondió que no sería oportuno cambiar de trabajo pues mi extraordinario desempeño era considerado consensualmente por la comunidad profesional como un modelo de gestión. Insistí en pedir la carta que ella no declinó escribir, pero subrayó persistentemente mi error de cálculo dado que a su juicio yo no podría superar lo que estaba haciendo y los logros concretos que había obtenido en el trabajo que quería dejar.…

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