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Metalachi y la “bastardización” del género musical

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Elo Vega y Rogelio López Cuenca. Walls, Colección IVAM

Dado el ecléctico elenco que se presentaba a las audiciones para la décima temporada de America’s Got Talent, un programa de telerrealidad estrenado en el canal NBC en junio de 2015, quizás una banda de fusión de heavy metal y mariachi no parezca ni más ni menos absurda que un striptease de Rascal, el perro más feo del mundo; la inmensa fuerza física de la “Power-lifting granny”, una abuelita de 75 años, una pareja acróbata en monociclo o las técnicas heterodoxas de torsión con globos de Mr. Fudge, un experto en el arte de la globoflexia. No obstante, con sus sombreros de charro iluminados, mallas ajustadas, botas de plataforma, chalecos vaqueros, pulseras de pinchos, calaveras plateadas y gafas de sol, la estética desmesurada del quinteto de mexicano-estadounidenses melenudos resulta llamativa, incluso dentro de este reparto circense. Cuando el polémico locutor de radio Howard Stern pregunta por el nombre del grupo, el vocalista principal le contesta, en español, al panel de jueces, conformado por cuatro celebridades venidas a menos: “Nosotros somos Metalachiiiiii”. Con la última sílaba alargada, acompañada de un amplio gesto del brazo atado con un pañuelo rojo y una mirada de demente, se presenta al mundo la primera y única (autoproclamada) banda de heavy metal mariachi.

La estética bizarra y la presentación exagerada del grupo no defrauda a la hora de su performance musical. Si bien su versión del himno de rebelión adolescente, “We’re Not Gonna Take It” de Twisted Sister (1984), es reconocible por el coro pegadizo y su letra reivindicativa, esta (re)interpretación suena radicalmente distinta a la original de la banda neoyorquina del glam metal. Por un lado, las diferencias musicales se deben a la ausencia de la guitarra eléctrica y de la batería, lo que constituiría una transgresión imperdonable del código del heavy metal de los años 80 según los puristas metaleros. Por otro, la incorporación de una instrumentación, orquestación y ritmo al estilo mariachi aporta un sonido único. Pero la práctica musical de Metalachi no trata solo de una superposición, ni de una sustitución de un género por otro—a saber, el mariachi por el heavy metal—sino de la “mariachización” de un clásico ochentero rockero.

Los significados sociales de los sonidos, estructuras, y estilos musicales están incrustados en la negociación y la manifestación de la identidad cultural

La cacofonía sensorial resultante de tal fusión proviene de la descarada (re)apropiación de una amalgama sónica, visual y performativa de elementos pertenecientes a ambos géneros musicales.…

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