Cualquier manifestación artística tiene dos vías de aproximación: una se basa en el exterior, en el contexto cultural, social, histórico y político. Incluso en las características personales del autor. Todo este estudio centra la obra en un lugar y un momento concreto que hace que se pueda comprender sus motivos e incluso sus consecuencias, sus características formales y su contenido. La otra vía de análisis podríamos decir que es una línea interior: cómo es la obra formalmente, su estructura visual, sus referencias estéticas o históricas dentro del lenguaje utilizado, el conocimiento técnico de este lenguaje. A veces estas dos vías se unen para llevarnos a un destino único e indudable, y estoy pensando en las pinturas de Jean-Michel Basquiat (Nueva York, 1960-1988), por poner un ejemplo más allá de la fotografía. Pero en la fotografía podríamos hablar de Robert Doisneau (París, 1912-1994) como un artista absolutamente previsible y en absoluto sorprendente en relación con cualquier tipo de análisis que se le haga. No hay sorpresa en él ni en su obra: pertenece a su tiempo, a un lugar tan concreto como Francia, y a sus circunstancias. En cuanto a su lenguaje fotográfico, limpio, narrativo, sencillo, procedente de la foto de prensa y de la Street Photography, lucha por salirse del azar y controlar su propio destino.
Pero no todo es tan sencillo, ni tan limpio, ni tan previsible en la fotografía hoy. La evolución de los discursos fotográficos se ha acelerado y diversificado exponencialmente en las últimas décadas y la nueva fotografía se caracteriza en gran medida por esa imprevisibilidad que se origina en que, en lugares y circunstancias muy diferentes, se utilicen recursos y temas similares, referencias parecidas. En gran medida esto se debe a que fotógrafos holandeses se adentran en el estudio de las culturas africanas, artistas finlandeses estudian en Alemania, y fotógrafos alemanes se trasladan por largos periodos a México o a Brasil. Y todos ellos conviven creativamente y de forma paralela con los fotógrafos africanos, alemanes, brasileños o mexicanos. Tal vez no todos miren las mismas cosas y desde luego no lo hacen desde el mismo lugar, e incluso unos eluden los temas y los modelos de los otros.
Para mí el ejemplo del fotógrafo imprevisible, pero también del fotógrafo camaleón que a fuerza de mirar lo externo genera un trabajo radicalmente interiorizado, es Robert Frank (Zúrich, 1924-Inverness, 2019), pionero esencial de la fotografía actual, no solo por su libertad visual, su falta de prejuicios, sino por la amplitud y el control de sus intereses.…
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