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La llave de los sentimientos

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Fotografía de Man Ray donde aparecen unos ojos.
Man Ray. Larmes, 1932. Courtesy of Man Ray Trust ARS-ADAGP.

Sentimos la vida a través del cuerpo, de nuestros sentidos. Pero la experimentamos con los sentimientos, que son la reacción psicológica de afecto hacia las cosas que tocamos, las personas con las que interactuamos y los ambientes en los que nos movemos. La percepción y las sensaciones nos hacen humanos solo cuando las experimentamos como sentimientos. La distancia emocional ante el mundo y el conocimiento que de él se desprende aleja a los sujetos “insensibles” no solo de su experiencia profunda de la vida, sino también de la familia humana. Quizá el mundo se pudiera medir solo por el índice objetivo de las sensaciones: su peso, su color, su temperatura o los aromas emanados. Pero en cuanto nos hallemos ante una fotografía, el único camino para valorar lo que en ella se contiene será en el fluir de los sentimientos. Ante la fotografía, el cuerpo ni oye, ni toca, ni siente en la piel, ni huele y lo que ve es simplemente un fragmento de mundo, ínfimo, alejado de sí, entre sus manos. Todas las sensaciones estarán vinculadas a la vista, alteradas mediante trucos e invenciones que la tradición, desde el origen de la imagen tecnológica en el siglo XIX, nos ha acostumbrado a reconocer por convención. Anulados los sentidos, en la fotografía todo es sentimiento, como una proyección freudiana de nuestros deseos y nuestros recuerdos, incluida la impresión de “verdad”, un espejismo que nos fascina.

Algunos de los trucos que ponen en marcha la verosimilitud de la imagen ya eran conocidos de antiguo, pero con la invención de la fotografía se perfeccionaron gracias al automatismo de una técnica que prescinde de la mano del creador. La inconsciencia de la percepción visual que introduce en nosotros información constantemente sin que reparemos en ello, nos prepara para asimilar esos trucos visuales y reconocemos en la perspectiva fotográfica la sensación de la profundidad del espacio, tenemos bastante con la iluminación de las escenas para obtener la sensación de volumen en los objetos, sentimos en el tacto al apreciar las texturas de las superficies y nos ensoñamos mediante el desenfoque y el flou, nos mareamos con los movidos y barridos y con todo ello conjugado “sentimos” que “aquello”, de haber estado “allí”, podría haber sido una experiencia sensible de inmersión para nosotros. Son nuestros sentimientos que se despliegan ante las fotografías, pero nunca, nunca, confundiríamos esos efectos perceptivos con la experiencia de lo real.…

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