En este número nueve de Exit, “Espacios del arte”, dedicado al vis-à-vis que se establece entre las imágenes de arte y la propia imagen de la fotografía, constataremos que la atracción de los artistas por el sujeto nos remite a diferentes intenciones. La primera de estas fascinaciones reside en la observación de el que mira una obra como sujeto de un objeto, y que este objeto es, en sí mismo, lo mirado como obra. Imbricación de palabras, de sentidos, de perspectivas, todo se juega en el cuestionamiento de las intenciones y las intencionalidades. La historia de la pintura nos ha dado numerosos ejemplos de estas idas y vueltas entre el que observa y el cuadro observado. Pero la amplitud que ha tomado la fotografía, que parece invadir las paredes como en otros tiempos lo hicieron los cuadros en L’enseigne de Gersaint de Antoine Watteau, encara la confrontación con una nueva ambición.
Hace apenas veinte años, y dejando al margen la utilización conceptual de la fotografía, el debate en torno a ella se situaba todavía en el terreno de su estatus: artístico para unos, de reportaje o científico para otros. Desde entonces algo ha cambiado radicalmente en cuanto a la consideración del contenido mismo de la materia fotográfica, desde que se comenzó a cuestionar el hecho plástico más que la técnica, la fotografía hizo acceder a la imagen a la noción de cuadro.
A partir de los apropiacionistas americanos, los que hacen fotos las hacen sólo con la intención de hacer arte y reflexionar sobre la constitución de la obra
En este número de Exit se da cuenta de las imágenes que corresponden al tema, pero este texto en particular quiere retomar lo que ha sido el contenido inicial de la relación entre la foto y el cuadro. Así, desde este punto de vista, nos volcamos hacia la lectura del teórico y crítico francés Jean-François Chevrier, que ha desarrollado los conceptos de base de este cambio.
A finales de los años ochenta, dos exposiciones propuestas por Jean-François Chevrier y James Lingwood, Une autre objectivité y Matter of Facts marcan un giro en la apreciación de la fotografía. Ciertamente, desde la década de los setenta, los artistas no habían dejado de utilizarla como testimonio, como instrumento crítico y de análisis. Pretendiendo (erróneamente) una especie de confiscación de la realidad o con la intención de registrar lo efímero o de documentar una acción, la foto ha atravesado casi todas las corrientes artísticas de los años setenta, especialmente la del arte conceptual.…
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