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La evolución del trabajo

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Anónimo. Mineros Asturias, 1910 Colección Videgain (álbum) Cortesía Biblioteca Nacional, Madrid

Las técnicas de trabajo oficinesco concluyeron por simplificarse radicalmente.

En cualquiera de las múltiples empresas la labor comenzaba con la entrega de una pértiga de hierro a cada empleado. La longitud de tales instrumentos difería entre uno y seis metros, pero todos se hallaban rematados por un filoso gancho. Pértiga en mano, los trabajadores pasaban al recinto que tenían asignado: a veces era de proporciones corrientes; otras, muy extenso y de techo incómodamente bajo; otras, alto de diez metros, pero estrechos en exceso. No resultaba infrecuente que a empleados con pértigas de cinco metros se les indicase un recinto de tres de alto. Pero esto no constituía una norma, era sólo consecuencia del principio de que no había que tomar nada como garantía de nada. De igual suerte, pese a que cada uno era sometido a minuciosa revisión médica, no extrañaba que al cardíaco se le encomendasen las tareas más pesadas y viceversa. Y como había recintos que reproducían el sofocante calor de los trópicos, podían pasar a ellos sin transición individuos procedentes de divisiones con temperaturas polares, etc.

Pero nadie veía en ello crueldad o desidia, sino, por el contrario, el deseo de permitir que se manifestase libremente ese azar que rige la vida y templa a los hombres. En su recinto, cada trabajador contaba con un puesto fijo, que no podía cambiar salvo con órdenes expresas. Los puestos no estaban solamente en tierra: los había también en el aire, en pequeñas plataformas colgantes, a alturas diversas.

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August Sander. Bricklayer, 1926. Courtesy Die Photograpische Sammlung / August Sander Archive, Cologne. © Vegap

Pero nadie veía en ello crueldad o desidia, sino, por el contrario, el deseo de permitir que se manifestase libremente ese azar que rige la vida y templa a los hombres

El personal ubicado, comenzaba la tarea. Consistía en tomar objetos de una pila y formar con ellos otra. La tarea se cumplía mediante las pértigas y, si bien hubiera podido suponerse que la misión de quienes estaban en lo alto radicaba en vigilar, en verdad todos trabajaban. Los objetos eran atrapados con la pértiga, pero tal operación debía ejecutarse con cautela, pues cierta variedad de ellos consistía en pequeñas sacas de aserrín, el cual, al escurrirse por los tajos, hacía que los objetos resultasen después prácticamente inaferrables. Por lo demás, en teoría, no existían razones para que el trabajo se interrumpiese, dado que una vez que se levantaba una pila se podía deshacer para alzar otra.…

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