El cartel turístico, herramienta multi-función
Cuando un turista cuelga en su oficina o cuarto de estudiante el cartel que adquirió durante sus vacaciones, entonces el cartel, como el souvenir, adquiere la función social de demostrar que se ha estado allí. A la vez se da un desplazamiento del cartel como mensaje, al cartel como vista de pleno de derecho, pues se convierte en una ventana directa a un paisaje. En esta posición, también hace las funciones de una imagen ritual, que alivia de la rutina y dirige las esperanzas a la redención del veraneo próximo. Si la forma de mirar ese cartel, por último, es más analítica que turística, entonces adquiere la significación del documento antropológico que sirve para entender y explicar el contexto histórico-social del país visitado.
Los trabajos de dibujantes como Josep Morell se relacionan con la etapa anterior a la guerra civil.
El cartel turístico como embajador diplomático
La función original del cartel turístico, no obstante, consiste en permitir a las instituciones construir una imagen concreta del país. En la etapa del desarrollismo franquista hubo desequilibrios entre la visión del país que se intentaba generar, y aquella que ofrecían los catálogos de los turoperadores extranjeros. Dicho desequilibrio consistió en que la playa tardó mucho más tiempo en hacer su aparición en la publicidad turística oficial que en la mente del turista. Durante los años 50, cuando lo que el visitante extranjero buscaba era el Mediterráneo (sol y playa a precios baratos), los embajadores diplomáticos que el Ministerio de Información y Turismo editaba continuaban apegados al imaginario romántico de “lo español”, con figuras quijotescas y escenas folclóricas.
El cartel turístico como neutralizador de conflictos internos
Se buscó un tipo de imagen dulcificadora de la realidad nacional, a base de fotografías de seres autóctonos en trajes típicos, con eslóganes de tono optimista como el de “Spain. Where the sun shines and life smiles”. Dichas imágenes deben ser encuadradas dentro de una estrategia desideologizadora del regionalismo: al potenciar la faceta folclórica de las regiones, se las despoja de contenido político y se hace posible su integración dentro del programa ideológico franquista.…
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