Primera entrega: Los nuevos amigos
La mesa está puesta: espera la comida, pero las sillas siguen vacías. Por la ventana se ve llover. Han planchado bien las servilletas, pero los platos y los vasos y los cubiertos parecen gastados. Los tonos son de película en blanco y negro, con luz: un gris brillante, de pirita. Seguimos un pasillo, oímos una conversación que sale de un cuarto abierto, nos asomamos a un cuarto de baño: un hombre sentado en un taburete se ata los zapatos. Otro, dándole la espalda, se mira un ojo y luego otro, sujetándose los párpados con el pulgar y el índice, ante el espejo, que, al acercarnos, parece de aumento. Los dos hombres tienen el torso desnudo y el mismo peinado, con raya. Podrían ser hermanos gemelos, guardan un parecido confuso. Uno lleva gafas de pasta y metal, y en la repisa del lavabo hay otras gafas idénticas. El que se examina los ojos está descalzo, con calcetines, sobre un suelo de hexágonos, como si pisara un panal de abejas. Hay un periódico en el suelo. ¿Has leído el horóscopo?, pregunta el que se mira los ojos. El otro responde: Dice que vamos a conocer nuevos amigos, que nos van a querer.
El que se ata los zapatos se levanta, sale, entra en la habitación de al lado, abre un armario mientras su hermano silba en el cuarto de baño, y el armario parece atraerlo, tragárselo, y los trajes lo abrazan, las camisas se le meten en la boca, buscan la garganta, lo más hondo, le tapan los ojos, le rodean el cuello, lo ahogan, lo pisan y patean unas botas vacías, entre jadeos, quejidos, ronquidos y estertores. El silbido se acerca. Un guante se levanta para cerrar el armario desde dentro, en el momento en el que el hermano, que se ha puesto las gafas, entra silbando en la habitación, y quizá haya visto cómo se acaba de cerrar el armario.
Vuelve a abrir el armario sin dejar de silbar, se acaba de vestir, se anuda la corbata en silencio. Sale de la casa, que da directamente a la calle. Llueve y hace viento, y vuelve a entrar en la casa, a coger un paraguas. Sale. El viento parece querer quitarle el paraguas, que se cierra sobre su cabeza y lo oprime y se empeña en derribarlo mientras el hombre quiere arrancarse esa capucha.
¿Le ha gustado volver a ver su película, Regina?…
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