Turismología: ir y no quedarse
Viajar y hacer turismo son sinónimos en la cultura moderna y han llegado a ser epítomes de la sociedad contemporánea. Pero, al margen de que el viajero emprende la marcha sin la expectativa segura de volver y el turista es por definición alguien que viaja con el claro propósito de regresar a casa, sólo una parte de los norteamericanos, europeos y japoneses hace viajes turísticos. El resto de los norteamericanos, europeos y japoneses desea hacer turismo y el resto, todos los otros, sueña con ser como los turistas norteamericanos, europeos y japoneses. ¿Por qué este anhelo de viajar, de hacer turismo, se ha convertido en una de nuestras pulsiones más acusadas hasta el punto de equiparar turismo y placer y, por contra, de emparejar no hacer turismo con frustración?
La teoría social se ha decantado en las últimas décadas por ver el fenómeno turístico basculando sobre dos premisas: por un lado, en la idea de que la rutina de la vida cotidiana en la Modernidad es tal que la gente quiere o necesita salirse de ella. Por otro, en que el espacio social del turismo se opone a la rutina y ofrece, precisamente, esas experiencias extra-ordinarias que han desaparecido de la vida cotidiana. Estas ideas, sobre todo a partir de las obras de Dean MacCannell y John Urry, han propiciado notables estudios sobre la semiótica y sobre las causas motivacionales y estructurales del turismo. Sin duda, han supuesto además un giro radical respecto a los enfoques economicistas más viejos y convencionales sobre la “industria” del turismo.
Con todo, no parece que la complejidad del fenómeno turístico pueda ser reducida a las dinámicas de esas causas motivacionales y estructurales. Más allá de ellas, el turismo consiste en aeropuertos, agencias de viaje, animadoras, apartamentos, áreas de descanso, arena, autobuses, aviones, bañadores, barcos, billetes, bronceadores, cámaras, camareros, camisetas, carreteras, chanclas, coches, comida étnica, compañías aéreas, cruceros, discotecas, DJs, excursiones, folletos, gafas de sol, gorras, guías, hamacas, hoteles, insolación, jacuzzi, maletas, mapas, masajes, mochilas, montañas, monumentos, música tradicional, paisajes, palas, rastrillos y cubos de arena, pareos, parques temáticos, pasaportes, piscinas, playas, postales, protectores solares, recepcionistas, “rent a car”, reservas, restaurantes, sombrillas, sexo, sol, souvenirs, tablas de surf, taxis, teléfonos, toallas, tour operadores, tours, vídeos, visas, vistas… Este sinfín de “agentes” —dada su heterogeneidad aquí sólo ordenados por orden alfabético, a lo Perec cuando clasificaba los verbos para clasificar— da cuenta de la enorme complejidad del turismo.…
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