El lujo es un concepto difícil de entender. Un indicio de esta dificultad es el hecho de que su significado real no haya permanecido invariable. Por ejemplo, leer la crónica del historiador romano Tito Livio (alrededor del 27 a.C.) sobre las políticas de Catón el Censor junto con los anuncios de cualquier revista actual es ser consciente de dos sistemas de valores diferentes. Un modo de intentar comprender tanto el contenido de estos sistemas como el cambio que se ha producido consiste en identificar el contexto conceptual en el que aparece el término en sí. Llevando a cabo estas identificaciones es cuando resulta útil establecer antonimias o yuxtaposiciones. Al parecer, Coco Chanel afirmó que lo contrario del lujo era la vulgaridad (según cita Hans Magnus Enzensburger en Der Spiegel, 51, 1996). Me ha parecido útil examinar el modo en el que la noción del lujo ha pasado de ser una amenaza para la virtud a convertirse en sinónimo de opulencia o, para ser más exactos, para reflejar cómo se dejó de contraponer categóricamente al virtuoso discurso de la “pobreza” para convertirse en el antónimo contingente de la “necesidad”.
Entremos en detalles: la pobreza vinculada al lujo pertenece genéricamente al vocabulario moralizado. La pobreza es una virtud que, junto con otras especies del mismo género como la “austeridad”, hace referencia a la respetable práctica de la templanza y la continencia. Ser austero supone mantener el control de uno mismo y, por tanto, de las acciones propias. En este punto me viene a la mente el sabio estoico que puede beber pero no emborracharse, o el precepto patrístico que prohíbe mantener relaciones sexuales a las embarazadas o con ellas. Una de las implicaciones de incluir la pobreza en este léxico es que no es sinónimo de “necesidad”; ser pobre por necesidad no tiene cabida en este discurso, que, de hecho, hablaba con frecuencia y deliberación de la “pobreza voluntaria”. Esto implica además que el objeto de la crítica moral no son los pobres necesitados, sino más bien los aristócratas corruptos (como Catilina, cuya “conjura” atribuyó Salustio [86-35 a.C.] al lujo y a la avaricia) o aquellos que ascienden en la escala social (que fueron el objetivo principal de las leyes suntuarias de los albores de la Europa moderna).
La pobreza es una virtud que, junto con otras especies del mismo género como la “austeridad”, hace referencia a la respetable práctica de la templanza y la continencia
La conclusión de estas observaciones esquemáticas iniciales es que el lujo es un vicio cuando se yuxtapone a la pobreza.…
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