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El infierno abierto

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Manel Esclusa. Reflector, from Naus series, 1992. Courtesy of the artist.

Vendo ora o mar até o Inferno aberto, Ora com nova fúria até o Céu subia

LUÍS VAZ DE CAMÕES, OS LUSÍADAS, VI, 80.

Junto a la gloria y el heroísmo, no olvida el poeta-navegante Luís Vaz de Camões narrar, entre los nueve mil versos de su larga epopeya lusíada, el inmenso y claustrofóbico espacio al que se enfrenta el héroe. Sabe bien Camões por su propia experiencia que, a diferencia del género ensalzador de la gesta marítima con el que canta las glorias de Portugal, el océano no es renacentista, sino tenebrosamente barroco. El mar es implacablemente feroz y rugiente, el mar es la desesperación y la impotencia, es la sublime experiencia del pavor, la furia indomable de la naturaleza desatada, es la gran metáfora del sufrimiento vivido hasta el límite. El mar es barroco. El mar es ese Infierno del Día del Juicio de Van Eyck en el que demonios, con monstruosas formas marinas, arrastran entre dentelladas las almas de los pecadores hacia la oscuridad profunda. El mar es ese macabro y desalmado manierismo con el que Niklaus Manuel Deutsch trata los cuerpos torturados de los hombres en el Martirio de los Diez Míl, empalados y desangrados en ramas secas, como las astillas o los clavos de la madera del barco se hincan en la carne de los navegantes en cada gigantesco golpe de mar o al reventar las cajas que contienen las valiosas y anheladas mercancías. El mar es la muerte, y la muerte en el mar es frenética.

El náufrago está envuelto en un aura fatal. Es un ser amargo y solitario, es el turbador topos de lo roto y lo destruido

Para saber cómo se muere en el mar hay que leer un libro de título soberbio, História Trágico-Maritima, que recoge las patéticas, suplicantes y desoladas voces de los náufragos de la Carreira da Índia portuguesa. Las voces de la tragedia del mar muestran la realidad descarnada del desamparo barroco, porque el náufrago, el más triste de los navegantes, el que se ve arrastrado por lo insuperable y por lo ingobernable, se erige en la más potente y excesiva metáfora del fracaso. El náufrago está envuelto en un aura fatal. Es un ser amargo y solitario, es el turbador topos de lo roto y lo destruido. También es un ethos “una personalidad, una ética, una apariencia” que se eleva como poética de la experiencia radical de la vida.…

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