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El éxodo y sus alrededores

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éxodo

Antoni Muntadas. On Translation: Stand by, 2005. Photograph. Courtesy of the artist.

¿Cuál puede ser el lugar del éxodo en la proliferación de viajes, migraciones, turismo y demás “desterritorializaciones” que el pensamiento posmoderno aglomeró bajo el nombre de nomadismo? Libros, números enteros de revistas, exposiciones, cursos universitarios y sitios de Internet suelen pasar sin transición por los diversos tipos de desplazamiento.

No sirve para despejar las dudas usar como referencia de autoridad el primer éxodo famoso, el de los israelitas conducidos por Moisés de Egipto a Palestina. Los movimientos masivos de población enlazan ahora a muchos otros países, en varios continentes y condiciones históricas obviamente diversas. En vez de Moisés encontramos “coyotes” que ayudan a pasar la frontera entre México y Estados Unidos, “patrones de cayucos” que trasladan a africanos en embarcaciones hasta las costas españolas o naufragan antes. Los migrantes bíblicos no enviaban remesas a sus familiares residentes en Egipto, no usaban locutorios ni Internet para saber cómo iban las cosas del otro lado. Las fronteras físicas, económicas y políticas, las nociones de adentro y afuera, son ahora incomparables.

La circulación de personas se ha transformado aun en relación con el pasado cercano: ni siquiera éxodo es ya sinónimo de pasaje del campo a la ciudad, como ocurrió en gran parte del siglo XX. Las experiencias varían según los países y la desigual circulación de personas, capitales y mensajes. Pasar del sentido bíblico o épico a la sociología de las migraciones y últimamente a otros tipos de itinerancia ha debilitado la precisión del concepto, pero a la vez expandió su poder metaforizante.

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Sebastião Salgado. Rwandan Refugees’ Desperated Situation in Zaire, 1997. Courtesy of Contacto, Madrid.

La estética de los etcéteras

La representación de las migraciones oscila entre dos riesgos. El del nomadismo posmoderno ha sido despolitizar y desocializar los viajes al declarar “desterritorializados” por igual a migrantes documentados e indocumentados, artistas e intelectuales que itineran con sus obras, turistas, exiliados que huyen de dictaduras y migrantes económicos que vivían en una democracia. Puesto que se decía que las naciones estaban en vías de extinción, había que enfocar los cruces de fronteras y hablar como si todos los muros hubieran sido demolidos. Como escribió un “teórico” de esta indiferenciación, Michel Maffesoli, “deja de ser válida la contraposición entre una vida errante elitista –la del ‘jet set’– y la propia de los pobres –la de la migración en busca de trabajo o libertad”; lo que finalmente nos uniría a todos sería una despreocupación dionisíaca “por el mañana, el gozo o el momento, el arreglárselas con el mundo tal cual es” (Maffesoli, 2004: 142).…

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