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Desnudos en el museo, modelos en el estudio

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Cristina Lucas. Desnudo en el Kröller-Müller, 2011. Courtesy of the artist and Galería Juana de Aizpuru.

En 1989 el Public Art Fund encargó un proyecto de arte público a las Guerrilla Girls para Nueva York. Pensaron en ocupar algunas vallas publicitarias de la Gran Manzana con el resultado de una de las estadísticas que realizan de forma habitual como parte de su práctica artística. Seleccionaron un caso de estudio concreto que podía extrapolarse, decidieron empezar con lo particular para cuestionar lo general y se concentraron en el Metropolitan Museum, un museo de carácter enciclopédico que ha servido de modelo para construir los discursos de otros muchos, y sus secciones de arte moderno, nosotros diríamos contemporáneo. Los resultados contestaban a una de esas preguntas incómodas que se han hecho muchas artistas, historiadoras, críticas y comisarias que han trabajado desde presupuestos feministas: “¿Tienen que desnudarse las mujeres para entrar en el Met. Museum?”. Según los porcentajes, sí parecía necesario: “Menos del 5% de los artistas en las secciones de arte moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos”. Como parte del diseño del anuncio se apropiaron de uno de los desnudos canónicos de la Historia del arte –con mayúscula–, la Gran Odalisca (1819), de Jean-Auguste-Dominique Ingres, a pesar de que se encuentra en el Musée du Louvre, otro de los museos, quizás el primero, que ha participado en la construcción del relato del Gran Arte, y cubrieron su cabeza con una de las máscaras de gorila que utilizan en sus apariciones públicas para ocultar su identidad. Sin embargo, el Public Art Fund rechazó el proyecto. La excusa que se puso para no aprobarlo, resultaba bastante absurda. No era adecuado o, mejor, utilicemos un sinónimo, aunque suene antiguo, decoroso. Alguien podía ofenderse porque el mango del abanico que sujetaba esa mujer del harén con cabeza de gorila tenía un carácter fálico, un abanico que no era un añadido sino que ya estaba en la imagen original y por el que nadie antes protestó, o no ha quedado ningún testimonio de que alguien lo hiciera, ni en el conservador siglo XIX, ni el vanguardista siglo XX. Sin embargo, no consideraron que el contenido de la encuesta –o el mismo desnudo– fueran inadecuados o, al menos, no lo utilizaron como motivo para no realizar el proyecto, aunque podría sospecharse que fue ese interrogante y su respuesta los que en realidad les molestaron porque atacaban directamente a esa institución que es la Historia del arte, con mayúscula, que se articula, entre otras, a través de las narrativas que crean los museos.…

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